He ahí mirando hacia atrás de mi espalda diciéndome "qué chucha", sonriendo dudoso de haber visto algo que quizás fue y no lo sé porque no me di cuenta, fue una reacción violenta, no, no, no violenta, pero rápida, así como que lo noté, pero no caché bien y me alertó de cierta forma. Como a cualquier animal que pestañea cuando se sorprende de algo.
Y pensé, en ese estado de pseudo alerta, en mi muerte. "Me habré muerto y no me di cuenta", me dije. En ese estado, repito, medio ido, medio cansado, de día viernes por la tarde cercano a las 7.11 pm, en Chile. Un país que cambia la hora, pero en este estado, la hora es 7.11 pm de invierno en Viña. Tarde nublada, bajando por Agua Santa, escuchando las bocinas de los autos, las micros, la gente y hasta a veces el sonido del cambiar de los semáforos. Pensé en mi muerte y cuando reaccioné, me di cuenta que estaba cruzando en rojo el semáforo de Villanelo.
Fue ahí, en esa calle que ya me ha visitado una vez, cuando sufrí mi accidente pulmonar, me di cuenta de que me habían perdonado la vida. Esa que uno posee cuando se despierta cada mañana o tarde, dependiendo del día, y habita un espacio que no es su cama ya, es su casa, su trabajo o su ciudad. Vida, al fin y al cabo, como uno la viva. Algunos son libres y la viven. Esa me perdonaron. Y volví a pensar en la muerte, la muerte supuesta que había sufrido cuando no me di cuenta un par de cuadras atrás de lo que había pasado detrás mío y que ya me había puesto alerta, pero ahora me asustó. Porque estaba cruzando un semáforo en rojo. Y paré un rato. Porque me di cuenta que la vida que tengo, la que vuelvo a decir y recordar, me perdonaron, era una nieta de la muerte que no noté. Porque si contamos, fueron dos muertes en las que pensé y bueno, la muerte que me perdonó la vida es la madre y la que no noté es la madre de la madre.
Paré porque tomé conciencia de para dónde me estaba yendo pensando en todo esto, y le encontré un significado a la vida. Quizás no sea el que todos buscan, o tal vez no sea el único, pero me gustó, fíjense. Me gustó porque lo encontré bueno, pero sigo pensando subjetivamente y se los voy a explicar de la siguiente manera: La muerte es la abuela de la vida, le enseña todo a la muerte que nos perdona, para asustarnos y enseñarnos a nosotros finalmente lo que somos y porque tenemos vida, al fin y al cabo, como dije antes, como uno la vive. Y me acordé para dónde iba.
Caminando al terminal de Viña iba, a ver a mi amiga, la que se vino de Valdivia, la Carito, la conocen, la morenita, la quiero tanto a mi amiga. Iba a ver a su familia, debe ir viajando. Y me dio pena, caminando antes de verla, porque pude haber muerto y no sé si mi cuerpo haya sido lo suficientemente fuerte para resistir un golpe... de cuánto? 40-50 km por hora, digo yo, ahí en Villanelo, donde pasé hace un rato ahí con un semáforo en rojo, sin darme cuenta y yo no quería morir. Pero fue una pena "bonita", weón. Esa pena que te da lo sublime, las primeras experiencias de la vida, cuanto te sorprendes o sorprendes a los demás, y ahí, yo me sorprendía de mi mismo, por tomar conciencia de mi muerte perdonándome la vida, como si fuese el destino. Otra cosa que cree la gente. O por lo menos algunos.
Y la pena se transformó en una rabia, esa rabia de darse cuenta que la gente muere, todos los días, a toda hora y que en Chile al menos si me voy a morir, me habría gustado verlo de otra forma, porque a pesar de que he disfrutado mi vida, no me gustaría perder la vida por una irresponsabilidad, ni menos en un país, discúlpenme, un país que no está como me gustaría vivir mi muerte, así alegre, o al menos no con rabia, como la que me había dado y que se fue rápido. Y comencé a hablar conmigo acerca de todo lo que había procesado en unos cuantos minutos y ese estado de Viña, a esa hora, en ese estado mío.
Tomé el peso de lo que había pasado y me vi ahí, diciéndome "qué chucha" po. En 3era persona. Como en el Diablo II o en el Fallout, esos juegos de rol, también los cachan. Y en la volada que andaba, pensé que había sido yo mismo de lo que no me había dado cuenta. Y miré al suelo y quise pensar que había viajado en el tiempo. Y ya eran las 7.28.
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