El funcionario le advirtió que debía ser muy fuerte y que, dadas las circunstancias, por ningún motivo deberían llamar la atención.
En los pasillos de la morgue se amontonaban los cadáveres de hombres, mujeres y jóvenes mutilados. Entre ellos una madre abrazada a su niño que presentaba una herida de bala en su pecho. El escenario era horroroso y el olor a la muerte invadía todos los rincones. Siguiendo las indicaciones del hombre ella avanzó entre los cuerpos intentando no pisarlos. Entonces lo vio. Como pudo se arrodilló junto al cadáver que presentaba más de cuarenta impactos, tocó su rostro ensangrentado y lo besó. En silencio el llanto reprimido brotó incontrolable. Lo abrazó y besó muchas veces. Con sus manos cogía lágrimas y con ellas limpiaba la sangre coagulada y la tierra del rostro de su compañero.

Basado en el reconocimiento que Joan Jara Turner hace de su compañero Víctor Jara en la morgue de Santiago. “Vuelvo en cuanto pueda” son las palabras de despedida de Víctor el 11 de septiembre de 1973.