El mar de tus ojos se oscurece,
recargas tú hombres sobre Morfeo,
en vaivén de una silla de cedro,
rechinar estrepitante del tiempo.

Tiempo que parece inexistente,
pues los ochenta años ya pasados,
digo, ¿En realidad si pasaron?
o es que sólo es este instante.

Dormida con tu madeja al lado,
el oro de tu cabello es plata,
la trama de tu piel se a estriado.

Pero tu gran ser aún me encanta,
con el tiempo no se ha marchitado,
y mi corazón por ti aún canta.

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