RESISTENCIA VENCIDA
Imponente, parecía decirle al intruso: ¡No entrarás! Entonces sintió aquél cosquilleo en su hendidura, aquel ultraje en su orificio tan especial. En algún momento algo cedió entre sus partes y ella se abrió de par en par dando satisfacción a quien terminó por entrar. Luego la puerta se volvió a cerrar.
Ah la puerta, las puertas, adminículo necesario en la vida de cualquier humano. Sirva el mini relato anterior como introducción lúdica al tema que se pretende desarrollar enseguida: La utilidad, forma, fama, lo que usted guste o mande, lo más posible sobre la puerta. Advirtiendo al lector que en ningún momento es mi intención mostrarle un texto trascendente, sería yo muy pendejo siquiera el imaginarlo, porque si me reconociera esa habilidad narrativa no estuviera escribiendo aquí. Mejor le cedo a los estultos seniles se regodeen escribiendo o reeditando textos dizque trascendentes para mentalidades dipsómanas e intrascendentes.
¡Ay las puertas! Tienen tantas formas y connotaciones que resulta imposible enumerarlas todas aquí. Como las puertas de los claustros monacales, inamovibles, pétreas para los extraños, confidentes lascivas de monjes indecentes quienes encuentran en la flagelación de la carne la redención de sus bacanales. También existen puertas condenadas a guardar fantasmagóricos secretos, como la descrita en el cuento de misterio de Julio Cortázar, la Puerta condenada.
Asimismo hay puertas que explicitan lo que guardan o se encontrará tras de ellas, como la inscripción de la puerta del infierno que se describe en un tono sentencioso y directo en la Divina Comedia: Por mí se va a la ciudad doliente/ por mí se va al eterno dolor, / por mí se va tras la perdida gente.// Justicia animó a mi alto hacedor;/ me hicieron la divina potestad, / la suma sabiduría y el primer amor.// Antes de mí no hubo nada creado/ sino lo eterno, y yo duro eternamente; / Abandonad toda esperanza, vosotros los que entráis.
La puerta
no es puerta
hasta que un muerto
sale por ella
y mira doliente, crucificada
a la madrugada sanguinolenta. Se lee en el poema “inédito” Puerta abierta de Federico García Lorca. ¡Es verdad! Hasta que el cadáver traspone la puerta del hogar en andas de dolientes, se palpa la soledad y la ausencia en toda su magnitud, ¡Ha salido por última vez y no volverá a entrar!
Una puerta, las puertas, abiertas, entornadas, obstruidas, cerradas, han sido y seguirán siendo tema en toda la gama de expresiones artísticas, de calidad excelsa o del orden popular. Hay puertas que trascienden la fama histórica para instalarse en alguna clase de moda pasajera, como la puerta de Alcalá, en la canción festiva con tintes triunfalistas que en décadas recientes ocupó altos índices de popularidad.
Las puertas también se mencionan en tono erótico o acaso sensual:
Oh puertas de tu cuerpo,
son nueve y las he abierto todas.
Oh puertas de tu cuerpo,
son nueve y para mí se han vuelto a cerrar todas. Guillaume Apollinaire.
Parafraseando:
Oh puertas de tu cuerpo,
son nueve y no las he abierto todas.
En solo tres me permitiste la entrada
Oh puertas de tu cuerpo aun cerradas,
¿Hasta cuándo permitirán la entrada?
Existen puertas que tienen su connotación en su conjunto: Como las cuatro puertas de la Ciudad Prohibida de China. Ocho son las puertas de acceso a la vieja ciudad amurallada de Jerusalén. Una de ellas, la Puerta Dorada, permanece sellada mientras espera la llegada del Mesías. Desde 1541 Solimán el Magnífico ordenó sellarla para impedir el acceso al Mesías, que según la tradición debe entrar por ella el Día del Juicio Final. Cinco son las puertas del paisaje de acuerdo con Jean-Marc Besse. Nueve son Las puertas del Reino de las Sombras descritas por Aristide Torchia en su libro de terror esotérico De Umbrarum Regni Novem Portis.
Y si Auguste Rodin esculpió La Puerta del Infierno inspirado en la Comedia de Dante Alighieri, también la naturaleza como en un guiño de polaridad esculpió en la provincia china de Hunan en La montaña Tianmen, “la Puerta Celestial”.
En el acervo popular existen puertas que se abren al conjuro de “palabras mágicas”, como las inolvidables “Ábrete sésamo” inscritas en Las mil y una noches. Puertas disimuladas por donde se accede a otros mundos extraordinarios, ¿recuerdan la puerta oculta en el armario en Las Crónicas de Nardia? Hay puertas que requieren de un ritual de transformación para permitir la salida de alguien. Como la puerta con picaporte parlante por donde escapa Alicia en Alicia en el País de las Maravillas. Otras, como la puerta de entrada a Moria, con una franca bienvenida: “Las Puertas de Durin, Señor de Moria. Habla, amigo, y entra.” Que se describe en la obra de Tolkin, El señor de los anillos.
Una puerta es un elemento importante, de eso no hay duda. Las conocemos y reconocemos como símbolo del paso de un lugar a otro, de un estado de ánimo a otro, de la luz a la oscuridad, de la realidad a la ficción o viceversa, del encanto al desencanto, de la presencia a la ausencia. Sea como fuere las puertas siempre revisten importancia. Una puerta puede ser una abertura o una salida, un orificio en una elevada montaña, un principio o un final. Puede proteger pero también atrapar y encarcelar; un divisor entre el hogar y el mundo exterior. Escondido detrás de una puerta cerrada o frente de ella puede acechar algo desagradable, algo aterrador. Una puerta advierte, invita, disuade, permite.
Termino por ahora y dejo el tema inconcluso, como una puerta entreabierta a la curiosidad del lector, cada cual recordará, investigará tal vez sobre alguna puerta en especial. Permítanme esta argucia que solo tiene como finalidad inducir a través de la duda y la curiosidad a que se abran de par en par todas las puertas de su entendimiento. Finalmente, recordad que fue con una argucia que se abrieron las colosales e infranqueables puertas de Troya.
Jesús Octavio Contreras Severiano.
Sagitarion.
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