De seguro que no hay peores muertos que los que caminan, como no se tienen peores sueños que los que se viven, porque entonces... ¿qué soñar? ¿Qué desear? ¿Qué más anhelar? Patético, definitivamente, el estar vivo en un sueño, porque se convierte, usted, en uno de esos depravados que mencionaba antes. Como que la vida no le fue suficiente en primas y hay que repetirla, y, Por Dios, que qué problema se vuelve esto.
No es algo ético presentarse a sí mismo en una morgue a pedir su certificado de defunción, ni pedirle al arreglista de la funeraria que lo deje tal cual la foto de su Santa Comunión. De muy mala costumbre es pedir una foto cuando una exhumación y aun peor es irse antes que la familia cuando es su propia velación.
Los muertos, como los que dejan de soñar, tienen que ser discretos, pasar desapercibidos; un extra más en una pelicula, sin rostro, sin calidez, sin hedor, sin olor. Simplemente grises seres de saco y corbata que levanten las manos cuando se lo pidan y se abstengan de hacerlo si no es estrictamente necesario (he ahí porque hacen grandes políticos).
Porque al mas mínimo indicio de un sueño, al menor destello en sus ojos de una pasión, cuando deciden hacer las cosas de corazón y desarreglarse la corbata, botar el saco, renunciar al fantoche, dejar que pase el maletín debajo de la mesa y pararse en su silla, imponer su palabra, gritar la verdad, sangrar los oidos de la jauria presente, sobornar a Temis para que se quite su venda y pedir que la justicia divina realmente se cumpla en la tierra, ese día ese muerto quiza, en un pais como este, deje de caminar. |