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En cuerpo ajeno (II)

Desde hace más de un mes estoy atrapado en el cuerpo de una joven, rica y bella abogada de 25 años llamada Patricia Read.
Soy Gastón Brito, un hombre de 59 años, de modesta posición económica y casi jubilado con una pensión otorgada por mis largos años de servicio al Estado. Sufrí un accidente automovilístico y mientras era operado de urgencia abandoné mi cuerpo físico para visitar los umbrales del mismísimo cielo, solo para ser “devuelto” a la tierra con la excusa de que “aún no ha llegado tu hora”. En vez de retornar a mi cuerpo carnal, por un error que no entiendo, mi alma ha encarnado en el cuerpo de esta dama. A ella, supongo, le pasó algo similar. Ambos estamos viviendo en un “cuerpo ajeno”.
Aunque originalmente pensé que había salido ganancioso con el cambio, descubrí que las cosas no eran tan fáciles como aparentaban, pues, entre otras cosas, Patricia está comprometida con un hombre que estuvo a verme, quien quería –naturalmente- demostrar su cariño, lo que no permití bajo ninguna circunstancia. Al analizar otros aspectos del diario vivir, me convencí de que este cambio no iba a resultar y debía conversar con ella, para ver cómo podíamos regresar a nuestros cuerpos anteriores, que, supongo, es un anhelo mutuo. También tengo curiosidad por ver cómo me recupero de mis lesiones y qué aspecto tengo, varias semanas después del accidente.
La madre de Patricia cuida de mí y me hace compañía en la habitación donde estoy interno. Quiero comunicarme con la accidentada sin que “mami” se percate, y entre ambos encontrar una salida para que todo vuelva a ser como era antes. A la señora no he querido contarle que no soy su hija pues no quiero agregar nuevos sufrimientos a los que ha padecido su atribulado corazón en el tiempo que tenemos en el hospital. Además, ¿qué puede hacer ella para cambiar nuestra situación?
Amparado en la “amnesia” justifico no reconocer los familiares y amigos que vienen a visitarla, también, consigo mantener “a distancia” a Paúl, su novio barbudo.

La situación se ha tornado insoportable y considero que ha llegado el momento de un encuentro con Patricia para analizar qué alternativas tenemos y definir cuál será nuestro futuro.
Con la complicidad de Miriam, la enfermera, conseguí el número de extensión telefónica del cuarto donde se recupera mi antigua envoltura carnal, no sin cierta dificultad, pues dice –y es cierto- que la miro con interés. No es para menos: sus atenciones me seducen y las formas voluptuosas de su cuerpo bajo el impecable uniforme blanco, hace que concentre en ella mi atención, en esta rutina que vivo desde que llegué al hospital.
Llamé a Patricia y le hice saber que estábamos en el mismo recinto y que nuestras habitaciones estaban ubicadas a pocos metros de distancia. Feliz por la coincidencia, mostró su esperanza en conseguir el cambio. También me manifestó que no había comentado con nadie que ella no era “ese sujeto”, cuyo nombre descubrió por mis documentos personales que reposaban en la recepción. Intercambiamos preguntas sobre nuestra salud y apariencia personal. Me imagino que se ruborizó cuando le dije que su cuerpo estaba recuperando su esplendor de antes del accidente y que se encontraba “a punto de caramelo” pues, con ayuda de su mamá, lo mantenía siempre bien higienizado y perfumado.
Mi prioridad era conseguir el encuentro cara a cara, para ver mi apariencia, después del tiempo transcurrido para buscar la manera de ser lo que fuimos anteriormente. Aunque sé que es difícil, alguna solución debe haber para nuestra situación tan sui-generis.
¡Lo conseguí! Esta mañana me las arreglé para reunírme con Patricia en mi cuerpo, en un pequeño jardín aledaño a la sala que utilizan las visitas para cambiar de ambiente y descansar luego de estar encerrados en los cuartos de sus pacientes enfermos.
Sobre el encuentro les tengo dos noticias, una buena y otra mala. La buena es que estoy rejuvenecido. Mi estadía de recuperación, con buena alimentación y cuidados, ha sido muy beneficiosa para mi cuerpo cansado por tantos años de trabajo continuo, a veces sin disfrutar de unas merecidas vacaciones. Me sentí muy alegre de ver mi rostro fuera de un espejo, una novedosa experiencia.
La mala noticia es que, de primera intención, no encontramos ninguna solución para nuestro caso. Abandonar nuestros cuerpos para recobrar los anteriores es muy arriesgado, pues en el intento podemos cruzar directo al más allá... y todavía faltan muchas cosas por hacer en estos predios. Y otra cosa que me razonó ella: ¿qué nos garantiza, en caso de que logremos salir de ellos, que retornemos a nuestros primeros cuerpos y no a los actuales? El caso es, sin duda, muy complicado.
Nos despedimos con la promesa de indagar otras alternativas. Así lo hice. Luego de cavilar en las posibilidades, creo que tengo la solución. La propuesta que le haré cuando nos veamos de nuevo es muy sencilla: ¡que nos casemos!
¿Y esa idea tan loca? preguntarán ustedes. Elemental. Este es mi razonamiento. Lo primero es que no hay impedimento, yo soy viudo, ella soltera y su prometido está cada día más alejado y desencantado por mi trato indiferente, pues no lo soporto; casados viviríamos bajo el mismo techo, dormiríamos en la misma cama, es decir, nuestros cuerpos tendrían un contacto permanente. Es casi seguir como antes, sólo que con una persona al lado que es un conocido de toda la vida. Yo, viejo y jubilado, ganaría una joven compañera a la que, por cierto, me he acostumbrado y le he tomado afecto en el tiempo que tengo “habitando” en su interior.
Y no piensen que ella saldría perjudicada con esta unión. Al contrario, sería la más gananciosa. Veamos sus ventajas: recuperaría a su madre, a sus sobrinos y a sus amistades, quienes no le harían ningún caso si se les acercara con mi cuerpo; recuperaría su apartamento y todos sus bienes que debo usufructuar yo, que tengo la apariencia de todos conocida. También podrá ejercer su profesión sin problemas y conservar su clientela. Con mi presencia en su cuerpo y ella en el mío, podríamos laborar en el bufete, yo como su “asistente”. Experiencia me sobra.
Y lo más importante: Patricia en mi cuerpo tendría a su lado a una persona decente, honesta y de buenas costumbres, modestia aparte, ¡yo en su cuerpo!
Definitivamente con esta solución ambos nos favorecemos. Si bien es cierto que hemos pasado momentos dolorosos desde el día de nuestros accidentes, también es cierto que las dificultades se han ido superando y, de hacer realidad mi idea, aunque sigamos situados en cuerpos ajenos, a partir del casamiento nos complementaremos y seremos uno.

Alberto Vásquez,

Texto agregado el 30-06-2016, y leído por 155 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
03-07-2016 Yo leí la primera parte y como lo comenté, esperaba la segunda parte. En mi opinión la suspense se mantuvo en esta parte y el final, a mi, en lo personal, me sorprendió. Además, esta muy, pero muy bien escrito el texto. Felicitaciones. 5* dfabro
01-07-2016 Una narrativa muy interesante, creativa y un discurso ameno que lleva al lector a interesarse por el texto. Un final adecuado. Saludos. NINI
30-06-2016 Felicitaciones, bien ingenioso!!! Me encantó. MujerDiosa
30-06-2016 Me gustó por su originalidad, no obstante, opino al igual que el Patito_Guacalas. Después de haber leído el primer capítulo tan bien estructurado, desde el punto de vista de la intriga, la segunda parte debió haber sido más entramado (para usar las palabras del Pato_Guacalas); y así despertar la especulación del lector hasta llegar al final. Sin embargo, el resultado, obviamente, es ingenioso. Gracias por esta segunda parte, yo la esperaba ansiosa. Abrazos fulles, amigo lindo. SOFIAMA
30-06-2016 Muy original y bien desarrollado, me ha gustado mucho enhorabuena. FERMAT
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