Supongo que uno sabe que esa historia está acabada cuando no se te ocurren más modos de joderla. Lo malo es que me di cuenta en el instante que la matrona ponía en mis brazos a mi segunda hija, lo malo es que esa historia era con la mujer que tenía enfrente con los ojos llorosos por el esfuerzo del parto. Y entonces comienzas a colapsar. La corona exterior comienza a ser atraída por el masivo núcleo, y las explosiones nucleares que permitían mantener a raya la masa de la estrella, para evitar que implosionara, para evitar que ella misma se engullera, dejan de ser con Hidrógeno, ya no bastan meros entretenimientos, ya no bastan meras ilusiones, pues ahora las reacciones nucleares tienen que ser con Helio, lo cual libera menos energía, lo cual supone que la corteza exterior se va derrumbando más y más sobre el núcleo, y que te lo tienes que currar macho, porque enseguida la masa de Helio dejará de ser lo suficiente como para posibilitar la fusión y comenzarás a quemar Carbono, que además de liberar menos energía es más pesado, y entonces ya te quedará poco.
Y trato de pensar en algo realmente importante que me apuntale, y me viene a la cabeza mi madre en un nicho hace meses, y pienso que aún no tiene su elegía, que aún no he dado forma a las dos frases que me rondan la cabeza desde que vi cómo la metían en el nicho. Y no, creo que no es buen camino.
Pienso entonces en las opciones para reventar, todas sin garantías, y ella, la otra, alejándose, distante, no en París, no en Roma, no en Mallorca, no en ningún lugar que pueda imaginar porque mi imaginación no puede llegar más lejos de un par de horas porque la órbita definida que antes nos entrelazaba ahora es impredecible.
Y me digo, corre hijo puta, corre. Corre como si te fuese la vida en ello, porque la vida se te va. Y abro los ojos y me puedo ver conduciendo en dirección contraria en la M30 y sonrío, o mejor, dejando correr las piernas cuesta abajo en la suave pendiente de mi calle.
Y me digo, llora hijo puta, llora. Llora como si fuera lo único que te puede poner a flote. Pero no pasa nada, salvo cierto dolor de cabeza y el retumbar de una moneda de cobre.
Y me digo, escribe hijo puta, escribe, porque otras veces te ha salvado.
Y me aferro a la inútil palabra escrita. Me dejo las uñas en la cornisa de las letras sobre el folio, y rezo para que se me ocurra algo, porque dentro de poco comenzaré a quemar Carbono, y entonces ya quedará poco. |