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La gran apuesta de Felipe II
Dudar del esplendor y la grandiosidad del reinado de Felipe II seria un sin sentido pues de todos es conocido que fue el momento más glorioso de la historia de España y que nunca ha sido repetido.
Y no solo en lo referente a poder territorial, Felipe era rey de España, de Portugal, de Inglaterra, de Irlanda, de los Países Bajos, de Nápoles, de Sicilia y de las Indias, sino también por la explosión artística y cultural que se vivía en lo que fue el siglo de oro español.
En esa época vivieron los escritores Miguel de Cervantes, Fray Luis de León, Alonso de Ercilla, Lope de Rueda, Fernando Herrera, los pintores, El Greco, Tiziano, Brueghel el Viejo, Antonio Moro, los arquitectos Juan de Herrera, Juanelo Turriano, los místicos Santa Teresa de Jesus, San Juan de la Cruz y tantos y tantos otros.
Tenía pues el rey suficientes razones para mostrarse orgulloso de su país y de sus paisanos, pero había un pero que aunque en el fondo fuera una tontería le hacía sufrir y procedia de las continuas críticas de sus amigos los franceses, que eran lo que ahora llamaríamos unos amigos tóxicos que no dejaban de torturarle con criticas relacionadas con sus costumbres y el estilo de vida de todos sus súbditos.
Felipe era un hombre parco, un hombre serio, digamos que incluso se le podía definir como un hombre triste o al menos esa era su apariencia, siempre vestido de negro, poco amigos de juergas, muy frugal en su vida, siempre comedido, sin excesos, sin florituras, enemigo de lo superfluo, de los perifollos y de los colorines, justo todo lo contrario de sus vecinos, que le mortificaban en todas las ocasiones en que podían, sin duda por malsana envidia, con la misma tabarra de siempre, que si los españoles eran unos aburridos, que si parecían muertos vivientes siempre vestidos de negro, que si debían imitarles y cambiar sus atuendos por trajes con puntillas y colores y comentarios parecidos que a Felipe le resbalaban, él y sus cortesanos nunca se dejarían influir por las por las amaneradas formas de sus vecinos, que le parecían mariposas revoloteando en un jardín con sus pantalones abullonados y sus blusones bordados.
Pero si había una crítica que le afectaba y mucho y era cuando se metían con la comida nacional, diciéndole con desfachatez que era una cocina extremadamente sencilla, que no tenia fantasía, que era simplona y que ellos en cambio habían inventado platos muy elaborados como la “mayonnaise”, la “quiche lorraine”, la “boullabesa”, el “confit de canard”, la “founde”, la “ratatouille”, la “cazolet” y que tenían cientos de tipos de quesos y no solo el manchego que era el único popular entre los españoles y continuaban, que si solo comíamos cerdo, cordero y pollos asados, patatas y pescados a la brasa siempre platos muy simples y sin ninguna creatividad y venga y venga con el tema.
Y eso si que le escocía al soberano, tanto que decidió acabar con el asunto de una vez por todas, así que una mañana llamo al embajador francés y le dijo como el que no quiere la cosa “Estoy pensando realizar una especie de concurso entre alguno de sus cocineros y uno de los nuestros, una especie de homenaje a vuestra excelente cocina, para que en el futuro nos sirva de ejemplo“ le dijo ladinamente y continuo “Pero para darle más importancia y relevancia al hecho invitaremos a lo más florido de las casas reales europeas, para que elijan cual de los platos que cada uno de nuestros dos países presente les parece el más acertado y mejor, propongo que se prepare un menú formado por ejemplo por una sopa de primero, un segundo de pescado o similar, otro segundo de carne y un postre, celebrando al final todos juntos la opinión de los asistentes”
El embajador sonrió y acepto de buen grado la propuesta, seguro de antemano que serian los ganadores, pensando que el rey lo que pretendía era que su cocinero recibiera una lección gratis de uno de los “chef” franceses.
El reto tenía su riesgo y Felipe lo sabía, los cocineros franceses tenían fama de ser grandes creadores pero el contaba con un arma secreta, Cipriano Moralez, su cocinero preferido, un manchego sencillo, modesto, sin pretensiones pero dotado de una gran intuición y una muy buena mano para los fogones que era el encargado de la cocina real desde hacía ya años.

Cipriano nunca había asistido a una escuela gastronómica, aunque la verdad es que en aquellos tiempos no existían y solo se dejaba llevar por su instinto, su paladar y sobre todo por la calidad de los productos que utilizaba y que consideraba como la base de cualquier plato, no obstante cuando recibió el encargo del rey, en principio tembló ante la perspectiva de defraudarle, pero enseguida se rehízo y pensó ”Pero ¿Quien ha dicho miedo? nosotros tenemos las mejores verduras, los más variados pescados y las mejores carnes y el inigualable aceite de oliva, se van a enterar esos franchutis (ya se utilizaba esa expresión)”
Así que se puso al trabajo de inmediato para preparar el evento teniendo en mente dos ideas muy claras, sus platos debían estar inspirados en los gustos del país utilizando ingredientes que gustaran a sus paisanos nada de experimentos y mezclas raras y que debía realizarlos basados en muy buenos productos naturalmente tratados y huyendo de la sofisticación de sus vecinos. Y se puso a ello con toda la dedicación que era mucha de la que era capaz, hasta que llego el gran día, el día de la gran cata, que se celebro en honor a los franceses en la ciudad de Burdeos, ante una gran expectante representación de todas las cortes europeas.
El cocinero francés, fiel a su estilo presento orgulloso.
.-“Soupe aux oignons” con queso gruyere sobre una base de jugo de carne, adornado con minúsculas bolitas de maíz ligeramente aromatizado con salvia
.-“ Escargots Bourgignon” a las finas hierbas y mantequilla de Auvergne presentados en su cascara
.- Medallones de “foie gras d,oie” ligeramente emulsionado en una salsa de fresas acompañado de “cruidites” variadas
.-“ Crepes au chocolat” a la menta
Todo regado con un vino de Borgoña
Por su parte Cipriano elaboro
.- Sopas de ajo con jamón de pata negra y huevo escalfado
.- Lomos de bacalao al pilpil hechos con aceite de oliva y guindilla
.- Chuletillas de lechal merino segoviano a las brasas con patatas panaderas y pimientos fritos
.- Bizcochos borrachos con aguardiente de orujo
Y como vino eligió un poderoso tinto de Zamora
No se habían establecido unas reglas de puntuación muy precisas, así que se recogió a través de los representantes de cada país la opinión de lo que les habían parecido los platos presentados.
Respecto a los platos franceses dijeron.
Que la sopa de cebolla la encontraron pringosa y difícil de comer sin mancharse, que los caracoles ni les probaron pues les parecieron una guarrada indecente, que el paté era demasiado grasiento y no entendieron lo de la salsa de fresas y que los crepes estaban babosos y blanduchos, eso sí, todos opinaron que el vino era excelente.
Y en cuanto a las preparaciones españolas unánimemente opinaron.
Que la sopa de ajo les pareció sencilla pero deliciosa y que el toque de jamón les pareció sublime, que no sabían que se podía hacer con bacalao, un pescado extremadamente seco, un plato tan delicioso y una salsa tan delicada y sutil, que las chuletillas estaban inconmensurables y que jamas habían probado una carne tan delicada y sabrosa y que los bizcochos eran realmente increíbles, solo les pareció el vino algo áspero.
Felipe II no cabía en sí de placer y no pudo remediar el dirigirse a los cariacontecidos aristócratas franceses y con una sonrisita decirles. “Vecinos haber si aprendéis, menos sofisticación y más calidad, so cursis”, eso sí tomo buenas medidas respecto al vino, aunque eso le costó mucho más porque aun no funcionaba la Rioja y la Ribera del Duero como ahora.
Y se me olvidaba Cipriano fue premiado con la gran cruz de una orden creada en ese mismo momento con el nombre de “Dadores en la cresta a los orgullosos franceses”
Fernando Mateo Junio 2016.

Texto agregado el 25-06-2016, y leído por 136 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
26-06-2016 Buena narración. Nos dejas hambrientos.5* grilo
25-06-2016 Realmente la frase que trajo a colación, Carlos, es perfecta: "se non e vero, e ben trovato", así es. Siempre ocurrente y admirable, te abrazo fuerte. MujerDiosa
25-06-2016 Magnifico relato que como dicen los italianos: "se non e vero e ben trovato". Con apetito me quedo. Un abrazo, Carlos. Carloscaro
 
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