-¡¿Qué es lo que tengo que hacer?! – preguntó él con impotencia.

Ella simplemente atinó a mover la cabeza de izquierda a derecha, mientras hacia un gesto de decepción con los labios.

-Te he dado todo y cada capricho te he complacido. No comprendo. ¿Por qué me dejas?- volvió a preguntar el joven con lágrimas en los ojos esta vez.

Ella volvió a realizar el mismo movimiento con la cabeza y el mismo gesto con los labios. Lo tomó de las las manos y lo miró dulcemente, pero con un toque de ternura, como la mirada de una amante a su amado al despedirse, y le respondió.

-He ahí el problema. Todo me has dado y regalado, sin embargo, ya nada material me es necesario. Has intentado comprender toda esta situación- dijo, mientras colocaba su fría mano sobre el rostro del chico y continuó- Sin embargo, ya nada hay que comprender, pues esto no tiene que entenderse, sino aceptarse. Cuando llegue el momento podrás ir a visitarme – dijo la hermosa chica, mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos – y siempre, siempre estaré allí para ti. Te amo. – terminó de decir con su ultimo aliento, entre lagrimas, mientras la fuerza perdía y sus manos caían.

- Yo también te amo. – respondió el joven con una voz llena de dolor, mientras aún sostenía con todas sus fuerzas las ya heladas manos de su amada esposa.