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— Interesante.

Solo eso se le antojó decir cuando tuvo finalmente la pintura ante sí. La desazón que su respuesta causó en Victoria, solo era comparable con la que provocaba la solitaria mujer en la obra.

— Debo reconocer que el parecido es impresionante.

— ¿Pero, es que no te das cuenta de que soy yo?

Esa tarde, casi a rastras fue llevado por su alumna desde la cafetería al estacionamiento de la facultad. Condujeron más de una hora hasta el Museo de Arte de Lima. El viaje era una apasionante experiencia postergada desde sus años de estudiante, los semáforos y el tránsito infernal, el pretexto para callarla por un momento con un beso mientras exploraba torpemente su joven cuerpo. El cambio del rojo al verde siempre imperceptible, de no ser por el concierto de bocinas. Luego ella regresaba a contarle lo que le había pasado por la mañana.

— Pero Victoria, este cuadro fue pintado en 1865 por un artista desconocido, ella tal vez nunca existió.

— Escucha, cuando vinimos hoy, sentí la necesidad de abandonar el grupo y buscar yo no sé qué. Entre cientos de objetos, algo me trajo directamente a este piso, a esta ala y a este pasaje, a ver específicamente ésta pintura.

Victoria, a quien le bastó presentarse a mitad de ciclo para derrumbar el plan de vida del joven maestro universitario. Rescatarlo del tedio y la monotonía en que se convirtiera su existencia, buscando siempre la aprobación de alguien más. Victoria “la maldita” como era llamada en casa de Javier, “la zorra”, “la puta” quien con su intromisión en la mente del inocente, logró darle un nuevo sentido, tal vez efímero, a la vida de muchas personas.

— Pretendes que yo crea que ella eres tú, disculpa pero he dedicado mi vida al estudio de la ciencia y la lógica, para mí esto es solo una increíble y hermosa coincidencia y creo que así debes de tomarlo.

— Pues yo creo que el destino me trajo aquí, que yo necesitaba ver este cuadro y que debo de ir a ese lugar, hundir mis pies en la arena, recorrer la playa y tratar de reencontrar mi vida.

Al llegar al museo caminaron desde el estacionamiento hasta la puerta. No la abrazó porque no se atrevía a hacerlo en público, se sintió distante y solo. Mientras se alejaba un instante para presentar sus credenciales de docente al encargado, sintió que la extrañaba demasiado.

— Victoria, yo acepto que tú creas en la reencarnación, pero eso no significa que debas de repetir cada vida que tengas, además ni siquiera sabes si ese lugar existe. Y de existir, no habría forma de ubicarlo.

— Entonces tú dime ¿Por qué a veces siento que odio a todos y a todo?, ¿por qué será que siempre me quiero largar a cualquier otro lugar y ahora sé exactamente a dónde ir? ¿Por qué tengo la angustia de haber dejado inconclusas cosas que no he iniciado y que ni siquiera sé que son?, ¿por qué no soy feliz?

La miró, pero su pensamiento lo trasladaba a la escena del cuadro que ahora odiaba. Cerró los ojos y sintió un ligero dolor en el pecho, la desolación anticipada se convirtió en una gran pena. Luego de unos minutos examinaba nuevamente el cuadro. Victoria se acercó a él, lo tomó del brazo y trató de halarlo pero ahora permanecía inmóvil. Contemplaba un trazo específico, una mancha, la única imperfección, nadie reparaba en ello, sólo en la belleza de la historia contada en un instante. El personaje envuelto en la neblina al lado del muelle, el sol naciente de oriente que escapaba del mar, ¿o sería que en occidente sucumbía mientras las olas consumían su fuego?, no lo sabremos. Lo cierto es que la luz insuficiente llenaba la playa solitaria de desesperanza.

— ¿Qué te pasa?

La escena empezó a cobrar movimiento. Ante sus ojos incrédulos el mar estallaba contra las peñas invadiendo la sala de una fría humedad y un fuerte olor a mar. El sol, agonizaba.

— ¿Qué está haciendo?

— Creo que está esperando a alguien

— No, ella no. Allá al fondo, él

— ¿Quién?

Ahora era de noche y el frío aumentaba, la lluvia nublaba la visibilidad, y Javier, tan inmóvil como el lejano extraño, continuaba a la espera de que éste manifestara una reacción. La tormenta se desató y entre rayos y truenos creyó percibir el temor y la soledad del hombre. Lo quiso ayudar.

Texto agregado el 23-06-2016, y leído por 146 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-06-2016 Me pareció interesante. No sé qué más decir como no sea que está muy bien narrado. SOFIAMA
24-06-2016 Muy buen relato, me ha gustado mucho. Enhorabuena FERMAT
 
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