|  BESO FUGITIVO.
 Sabes,
 nadie pudo
 recordarlas después: el viento
 las olvidó,
 las claves se perdieron,
 el idioma del agua fue disecado,
 o se inundaron las alcantarillas,
 de silencio o de sangre.
 Las frases de
 amor murieron desiertas.
 La ciudad propia tiene sus códigos ,
 llena de banalidad y embriaguez,
 llena de bohemia,
 de héroes,
 pordioseros,
 oráculos,
 locos de remate,
 cobardes ,
 misántropos ,
 asesinos ,
 fenómenos ,
 y ladrones, etcétera , etcétera ,
 en el trabajo y en
 el ocio;
 y esas enigmáticas criaturas,
 caricaturas misteriosas ,
 calladas frente al espejo del bar,
 etiquetadas de sexo,
 de grandes piernas,
 sí, bellas piernas,
 estallando desde sus
 vestidos,
 tacos aguja
 (brillantes puñales amanecidos),
 pendientes,
 diminutos como sus bragas,
 boca color de fresa,
 labio ancho frutal,
 sentadas ahí;
 sí ahí;
 esperando su entrega.
 Unos fuman,
 otros beben, otros se drogan,
 muchos se enamoran;
 cada uno se mata a su manera;
 Miro las ventanas,
 las jardineras escarchadas
 con azúcar,
 paso las cantinas
 y los burdeles…
 y puedo ver que ya no es
 con ellas las culpas del sabor
 a cigarrillos y hedor alcohol;
 las culpas a un te quiero gastado,
 sin policías, ni amantes;
 se ve, se nota,
 ciudad vacía,
 excéntrica, laboriosa,
 de ciego crepúsculo,
 inoxidable sin pena...
 Entonces yo a que vengo,
 a qué he venido,
 en plena calle me pregunto,
 ¿qué fue de la ciudad?,
 si las frases de amor se esfumaron,
 ¿ya, la ciudad aquella las enterró?,
 ¿metieron las frases
 en un recinto subterráneo?;
 el amor estuvo allí, se nota;
 no se trata de tal o cuál,
 nombre, apellido,
 fulano o mengano.
 ni de aquella mujer,
 ni aquel árbol,
 ni aquella casa,
 ahora vive otra,
 me pregunto si se encuentra allí,
 bajo los escombros
 de un te quiero;
 paso delante de los testaferros
 del olvido,
 huelo las fragancias,
 paso delante de farmacias,
 hospitales,
 teatros y cafés,
 y otra vez pregunto si se
 encuentra ahí;
 aquella que yo amé entre los tilos
 en un estío pesado,
 ella se fue,
 sin decir nada,
 se fue sin que se fuese,
 sin cambiarse de domicilio,
 ni calle,
 ni frontera,
 se fue a sí misma,
 se cayó en el tiempo,
 y no cayó en mis brazos,
 mientras yo en otra esquina del mundo
 describo la suave línea del beso fugitivo.-®
 
 Daniel O. Jobbel
 
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