Sobreexpuesta al ultravioleta de tu abandono,
desarrollo un cáncer al alma,
que sentencia en regresivo hurto mis días felices.
Conciente ya, de mi desahucio,
suelo mirar, lo nunca visto, lo nunca apreciado,
lo desvalorado...
Veo al retardado como quien alucina un ángel,
y con la sonrisa extensa,
decido ser feliz con ese momento,
envidiando toda inocencia en él,
mientras maldigo cada inhalación, cada minuto que me regalaste.
Decides por ti, con cero conciencia del mi,
y me pasas a llevar la voluntad, la paciencia...
la comprensión.
Ya calva mi inocencia,
se propagan en mi sistema
bacterígenos olvidos,
gangrena en la esperanza
y cuadros crónicos de ausencias.
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