Asoman como golpes aturdidos los vestigios
de sus dedos de fuego. Esas suaves plumas
que haciendo cosquillas en mis espaldas
evitan que el rascacielos más alto decaiga.
Sus pasos por las avenidas de mis costillas
son algo que dan razón a nuevos sondeos,
pidiendo ocupar los otros cinco sentidos en mí,
hasta no saber en dónde termina mi cuerpo
y comienza ese engaño de creer que eres tú,
sacudiendo esos residuos de una noche más
que se deslizan como una savia blanca, tibia,
lineal y de punta a punta hasta alcanzar tu lengua.
Texto agregado el 10-06-2016, y leído por 215
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