No importan ya, las palabras de esperanza
del amigo que posa su mano en tu hombro
y luego, ignora y patea tu malestar,
pues todos somos expertos en olvidar,
y este caos cerebral, es solo tuyo y de nadie más,
por eso has de aprender a contar,
con tus solitarios brazos como ganchos
y tus huesos de por vida resistiendo el peso de la realidad.
Si hasta tu dios ocioso y hastiado,
arrojo sobre la tierra el humo de su habano,
regándolo con ceniza, neblina y también barro,
hoy, que desfila el desconsuelo entre los dedos y el corazón,
hoy, que poco valen los sermones y consejos
de los que dan la espalda con el tiempo,
a la mismísima hora que se esconde el sol,
obsequiándote el estropajo, de lo que ayer
fueron tus días radiantes como esmeralda,
llenos de vida como el alba, pero vacíos,
eternamente vacíos en un recipiente mal nacido.
Has de caminar, olvidando incluso a tu sombra,
escalado los peldaños de tu propia memoria,
renovando, como el mar y sus olas,
con la lluvia los pedazos de tu espíritu maltrecho,
rebosante de la suciedad que no es suya,
de zarpazos coleccionados,
de deseos jamás deseados en realidad.
y avanzaras, lento pero seguro,
como tortuga o como babosa,
ante las rafas de piedra y las lenguas de cianuro,
ante tus propios diablos y sus charcos de alquitrán,
solo contra el mundo, solo con el mundo,
ni muerto ni animado, ni triste ni dichoso,
ni perdido por la guerra, ni ciego por la paz.
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