—¿Te gustaría tomar un café o caminar?
Equis paseaba su perro por la avenida cuando conoció a Ye un sábado por la mañana. Ye se anudaba las agujetas del calzado deportivo. Equis notó que Ye tenía buena pierna. Ye pensó: "Tiene perro punto a su favor". Se miraron a los ojos mucho tiempo, quien tuvo valor fue Equis.
—Es un departamento muy grande ¿Te gusta la soledad?
A Ye no le gustan las visitas. A Equis no le gustan los silencios incomodos. Ye espera que Equis haga su jugada; la respuesta será positiva. Equis teme que la presa escape ante una jugada demasiado veloz; quince minutos rozando su pierna con la rodilla. Ye desespera y roba un beso. Equis cae en su propia trampa.
—¿Mañana después del partido podríamos cenar?
Ye escogió pasta con aceitunas negras. A Equis le resulta excitante ver comer a Ye porque tiene el labio superior carnoso y cuando muerde mueve la boca como si besara. Ye come muy rápido, suda un poco, procurando mirar a Equis, le gusta su estado de indefensión: "Me quiere comer con los ojos". Ye intentó pagar la cuenta: "No, yo invito". Al salir, tomó la mano de Equis en la oscuridad; caminaron sin rumbo, sin decir nada.
2:30 am
—Ven conmigo a la playa.
Equis hizo media docena de llamadas hasta que consiguió encargar a Arquímedes: "Sí yo le doy su vuelta" "Eme eres la mejor, la llave está…”.
—Esto es sólo nuestro, somos felices, nadie tiene porque meterse.
Ye se preocupó por un garabato que leyó en el baño: "¿Tú dijiste algo?" A Equis le dio igual. Equis abre sus brazos: "Vamos a cenar, se me antoja un corte argentino". Ye respira profundo entre sus brazos: "Hueles muy rico". A Equis le gustan los risos de Ye; cuando se abrazan hunde su nariz en ellos para respirar su esencia.
—Nos vemos por la noche en el 205 de la calle Wilde, viste casual.
Equis conoció al mejor amigo de Ye: "Me ha hablado mucho de ti, tenía ganas de conocerte, pero por tu viajes". Equis no supo qué decir. Esa noche Equis descubrió que a Ye le gustaba la cocaína: "Es de mal gusto pasarse de copas en una fiesta".
—¿Desde cuándo somos amigos?
Equis le robó un besó a Ye: "¿Por qué lo hiciste?", Equis se encogió de hombros, sonrió infantilmente: "Una diablura". Ye le devolvió la afrenta en un momento inesperado.
—Me quiero dar un baño ¿Me ayudas?
Ye frunció el ceño: "Llevas casi dos años aquí y no has aprendido a encender el calentador". Ye tenía una cajita de cerillos a la mano en el cuarto de baño, la agitaba para escuchar ese sonido que desde siempre le alegraba el alma. [Presionar el botón 4 minutos, girar la perilla].
—Cuando termine la temporada voy a hablar con mi padre.
Pese al tiempo han procurado, no sin sabiduría, conocerse poco. Equis hace preguntas muy específicas, apenas las necesarias para no incomodar a Ye, pues se cierra constantemente. Esa noche de silencio entre espirales de humo contó la historia de su infancia y habló de su padre: "Mi viejo".
—La que uso a diario la de color negro.
Los cerillos no estaban en su sitio, Ye atravesó el departamento en ropa interior tronando la boca; encontró en el bolso medio kilo de marihuana y una pipa: "¿Y esto?" "¿De dónde imaginabas que salía el dinero?".
—Firmé un contrato por dos años para trabajar en Barcelona. Quiero que vengas conmigo.
Esa noche Ye regresó muy tarde: “Entregué la oficina”. Equis seguía pensando en su oferta, pero tenía la mente ocupada en los seis kilos de hierba que tenía ocultos en el locker del gimnasio: “No habrá problema si los devuelvo”.
—Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
“Cuatro años juntos”. Ye sorprendió a Equis con una cena en un restaurante de comida napolitana: “Salmón sellado en salsa de alcaparras”. Desde que dejó el trabajo se ve más alegre. Equis sólo tiene una preocupación: “¿Y Arquímedes?” “Compré los boletos; mañana veremos a mi madre y le pediremos que lo cuide. Pide a Eme que nos eche la mano mientras tanto” / “...No quiero que se quede solito. Estaremos fuera el fin de semana”. Esa noche pidieron vino.
1:00 am
—Te quiero.
Reían y se besaban. Hicieron el amor viéndose a los ojos, contándose lo inconfesable con la mirada. El cuerpo de Ye se tensaba entre las sombras. Las Manos de Equis temblaban orgásmicamente. [El ritmo sincronizado del placer lo marca el amor.] La dicha del orgasmo cósmico: “Siento que me muero”. Liaron un porro, no era el primero que compartían. Equis jugaba con el cabello de Ye mientras contenía largamente la calada: “A dónde vas, ya duérmete” “Voy a preparar el baño; mañana hay que salir a primera hora”; dijo mientras agitaba la cajita de cerillos. [Presionar el botón, girar la perilla].
10:30 am
Eme no tardó en desenterrar la llave que Equis le dejaba en la maceta de la hoja real: “Está un poco amarilla, aquí le pega mucho el sol”. Subió las escaleras. Al insertar la llave, sintió algo extraño como si la cerradura estuviera atorada; pero cedió. Al abril la puerta, un golpe de gas butano le sacudió el rostro: “¡Por Dios!”. Corrió hacia la cocina y luego hacia el baño pensado que no debía encender ninguna luz. Giró el mando del gas para cortar el flujo y de un tirón abrió la ventana para dejar salir el hedor: “Qué descuido”. Salió a la terraza para tomar aire y saludar a Arquímedes: “Otra vez te dejaron solito”. Lo sintió distante: “Estará enfermito”; pensó. Comenzó a llamar desde su smart phone. Dos tonos. Escuchó la vibración de un celular que venía desde dentro: “La llamada se cobrará…”. Volvió a marcar; cubrió su nariz y boca con la mano izquierda y entró de nuevo. El sonido provenía de la habitación principal; la puerta estaba abierta.
Las piernas de Ye sobresalían entre las sabanas. Estaban ahí dulcemente abrazados en la muerte. Los cuerpos conservaban su vigor. El rostro de Equis se apoyaba suavemente en el pecho de Ye; el cruzar de sus brazos y las bocas entreabiertas de labios morados recordaban la belleza de la escultura de Rodin: El beso.
Eme contempló la escena un minuto; luego, giró unos grados la cabeza en dirección al armario. Sacó una maleta de viaje con forma de cápsula, contenía una docena de ladrillos de hachís y una bolsa con cocaína: “Está completa”. Volvió a cerrarla: “La prensa”; dijo para sí. Arrastró a Equis hasta el baño y a Ye le tumbó de la cama. Puso la maleta en la cajuela de su coche junto a otra que hacía juego. Llenó el tazón con croquetas; cerró todo nuevamente y volvió a abril la llave del gas.
—Emergencias…
—Estoy preocupada mi novio no contesta las llamadas y hay un fuerte olor a gas.
"Antonio Carrillo Cerda" 2016
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