Era 25 de setiembre de 1839 y el presidente provisorio de la republica gran mariscal Agustín Gamarra, puso el cúmplase a la ley dada ese mismo día en el congreso nacional reunido en la ciudad de Huancayo, donde ordenaba se rindieran homenajes a la memoria del general y ex presidente de la republica don Felipe Santiago Salaverry, así como a los jefes y oficiales Peruanos fusilados en la plaza de armas de Arequipa el 18 de febrero de 1836, también a todos los combatientes que perecieron en los campos de Yanacocha y Socabaya, defendiendo la integridad e independencia de la republica durante la guerra de la confederación Perú Bolivia.
Esta ley dada por el primer congreso nacional después de la destrucción de la confederación, disponía que en todas las capitales de departamento y provincia, se celebrara por cuenta del estado exequias solemnes por el alma de estos patriotas y que los restos del ilustre general Salaverry fueran colocados en un sepulcro de mármol, que su esposa e hijos gozaran como pensión de montepío el sueldo íntegro que le correspondía como general de división.
Pero como siempre los gobernantes no cambian nunca, despilfarran el dinero en cosas superfluas y ponen el grito en el cielo cuando se trata de cosas importantes, es así que pasaron más de 20 años sin que ningún gobierno diera cumplimiento a esta ley, que ordenaba el traslado de los restos del general Salaverry a esta ciudad de Lima y su sepultura en un mausoleo erigido por la nación, es entonces que la viuda y los hijos del general Salaverry resuelven hacer el traslado de sus restos por su cuenta y en forma privada, recordando su voluntad de ser sepultado en Lima su ciudad natal expresada en carta escrita a su esposa momentos antes de ser fusilado.
Empezaba el año 1859 y la señora Juana Pérez viuda de Salaverry escribe al coronel don Mariano Ignacio Prado, quien era prefecto de Arequipa y al coronel don Juan Antonio Ugarteche amigo y compañero de armas de su esposo de muy distinguida actuación en la batalla de Yungay, les pedía que la ayudaran a cumplir el deseo del general Salaverry «como buenos patriotas y amantes de la gloria de su esposo».
El 25 de octubre de 1859 amaneció fondeado en el puerto del Callao procedente de Islay el vapor «Lima» en él viajaba el coronel Juan Antonio Ugarteche y traía además de su equipaje los restos del general Felipe Santiago Salaverry mártir de Socabaya, al pisar tierra el coronel Ugarteche dirige una carta muy breve al prefecto del Callao que decía:
Comunico a Ud. S.G
Que soy portador de una pequeña caja con las cenizas del ínclito general Salaverry, cuya voluntad fue la de reposar en su ciudad natal en una tumba, con una inscripción sencilla en la que contasen sus servicios al Perú.
Atte.
Con el acuerdo del prefecto del Callao el pequeño ataúd fue depositado en la iglesia matriz del puerto del Callao, en espera que el gobierno resolviera lo conveniente a su traslación a Lima y su sepelio en el cementerio general de la ciudad.
El coronel Ugarteche escribe al presidente de la republica gran mariscal don Ramón Castilla, quien se encontraba de campaña en Guayaquil, en él informa de su llegada trayendo los restos del general Salaverry diciendo:
«El día de ayer en un pequeño ataúd he conducido con gran respeto y admiración, los despojos del valiente y enérgico general Salaverry fusilado con otros 8 de sus gloriosos compañeros, el 18 de febrero del año aciago de 1836 por defender la integridad de la patria.
He creído un deber contribuir a que se cumpla la voluntad del genio de esa campaña nacionalista, terminada en la forma gloriosa e infortunada que ya conocemos.
Mas estaba visto que el general Santa Cruz quiso hacer desaparecer estas meritorias memorias y lo hubiese intentado aún más si un puñado de valientes no le pone atajo.
El general Salaverry ve hoy día llegar sus cenizas y ellas se hallan en el Callao, en espera que vuestra excelencia decrete los altos honores que le corresponden a un jefe supremo del Perú, fusilado vistiendo tan alto cargo.
El diario el «Comercio» decano del periodismo nacional y fuente para el estudio de la historia del Perú independiente, en su edición del jueves 27 de octubre de 1859 informa a sus lectores de la llegada del vapor «Lima» procedente de Islay, del viaje del coronel Juan Antonio Ugarteche conduciendo los restos del general Salaverry y que ha sido depositado en la iglesia matriz del Callao.
La noticia de la llegada de los restos del general Salaverry en forma privada, sin honores oficiales de ninguna clase y traídos por un amigo y compañero de armas, causa la más profunda impresión en la opinión publica.
Durante varios días los diarios publican numerosas informaciones y comentarios sobre este hecho, se critica al gobierno por no haber dado cumplimiento a la ley de 1839, tratan de buscar explicaciones a esa falta que hiere profundamente el sentimiento patrio, se lamenta que tan ilustres restos no hayan sido objeto de grandes y solemnes homenajes, se busca saber porque fueron traídos por un amigo en forma secreta y por ello se aplaude al coronel Ugarteche por su noble actitud.
El 8 de noviembre «el Comercio» publica un extenso e interesante artículo de redacción titulado
«General Salaverry»
«Los restos del general Salaverry han sido traídos desde Arequipa por un ilustre jefe, que jamás se mostró indiferente a todo lo que tiene algo de noble, de grande, de glorioso, el coronel Ugarteche no merece la desaprobación de los buenos patriotas, cuyas esperanzas ha realizado del modo que le era posible.
El coronel Ugarteche por amor a la gloria del Perú y por el entusiasmo y la amistad, ha cumplido en parte la voluntad de la victima de Socabaya.
Estamos bien informados y sabemos que la familia del general Salaverry, conservara siempre un recuerdo de gratitud por la espontaneidad y el honroso desinterés del coronel Ugarteche.
El gobierno a cargo del vicepresidente de la republica don Juan Manuel del Mar, previa consulta al presidente gran mariscal don Ramón Castilla, quien se encuentra en campaña en Ecuador, ordena que se rindan honores militares a los restos del general Salaverry.
El diario «el Comercio» en su edición del 28 de diciembre publica la nota siguiente
«General Salaverry»
A todos los patriotas y admiradores del ilustre general Salaverry, se les invita a asistir al templo de la merced el día 30 de diciembre a las diez de la mañana, el supremo gobierno ha mandado hacer los funerales por el eterno descanso del general Felipe Santiago Salaverry, se espera que los buenos peruanos acudan a solemnizar este acto religioso.
«El Comercio» ofrece una amplia información sobre esta ceremonia.
«Crónica del Callao»
Se realiza una lúcida reunión de caballeros para regresar con los restos mortales del ínclito defensor de la independencia nacional, a este cortejo fúnebre se asociaron vecinos y funcionarios públicos del Callao.
Restos del general Salaverry
En el convoy ordinario de las nueve y tres cuartos de la mañana, llegaron a Lima los restos del general Salaverry conducido en un vagón cubierto exteriormente de tela negra con cuatro lanzas fijas en los ángulos, otros dos en el centro y estos sostenían un toldo con los colores patrios, fueron recibidos en la estación por el general ministro de la guerra, autoridades civiles y militares.
El cortejo marcho de la estación al templo de la merced, según el orden prescrito por el programa, cuatro batidores seguidos de las piezas de artillería, a continuación un batallón de infantería, después el cadáver con el carro fúnebre y una guardia de honor, otro batallón y cerrando la marcha un escuadrón de gendarmes, al salir el cadáver de la estación la tropa le hizo honores con el arma al hombro y batiendo marcha regular.
Cuando el carro fúnebre llego al templo de la merced los hijos del ilustre finado, tomaron el pequeño ataúd y lo depositaron sobre el túmulo que se había levantado en la iglesia, cuatro generales asieron las cintas a saber Molina, Cisneros, Morote y Espinar.
El catafalco estaba adornado con pabellón de fusiles y lanzas. Cuatro carrozas y dos obuses, cinco centinelas apoyados sobre las culatas de los fusiles cuyas bocas tocaban el pavimento, componían la guardia de honor del sarcófago el ministro de relaciones exteriores Miguel del Carpio, el ministro de guerra Nicolás Freyre, el ministro de hacienda coronel Juan José Salcedo, también se encontraban el prefecto del departamento, el subprefecto y el intendente en traje de uniforme, seguían los hijos del general Salaverry don Felipe y don Carlos Augusto.
La iglesia estaba llena de gente y había muchas personas notables, los señores Ferreyros, la Puerta, Aparicio, Aliaga, Torrico, el capitán de navío Antonio de la Haza, el general Forcellado y otros muchos cuyos nombres no puntualizamos.
El templo se encontraba muy bien alumbrado y el altar mayor adornado de terciopelo negro con franjas blancas, en la plazoleta del templo se veían cuatro piezas de artillería con su respectiva dotación, por la plazuela del teatro se hallaba estacionado un escuadrón de caballería, en la calle Jesús Nazareno se veía el primer batallón de gendarmes, esta línea era dirigida por el coronel Andrés Gamarra, mayor de plaza y el cual llevaba dos ayudantes.
Al mediodía termino la vigilia y dio principio a la misa de réquiem, a la una de la tarde la caja de madera de rosa incrustada y que contenía la osamenta del general Salaverry, fue llevado hacia el carro mortuorio por los hijos del finado general, así partió el cortejo fúnebre hacia el cementerio general, previos los honores militares prescritos por la ordenanza, el coche oficial de gobierno y los particulares aguardaban en la portería de la merced, mientras en la plaza mayor había coches para los señores del sequito que irían al cementerio a acompañar los ilustres despojos.
Llegado el cortejo al panteón los coroneles Román Gonzales, Cipriano, Carrillo y Castillo tomaron las cintas, los hijos del difunto volvieron a cargar el ataúd hasta el lugar de la sepultura, allí se adelantó un viejo soldado de coraceros que había servido bajo las órdenes del bravo general Salaverry, este arrojo sobre la tumba una corona de hojas verdes, el ministro de guerra general Freyre al pie de la tumba dijo:
Señores se ha cumplido la ley promulgada por el congreso de 1839.
Luego el señor Larriva pronunció un discurso, en el evoco la vida y las hazañas del general Salaverry, que se inmolo por la patria en la plaza de armas de Arequipa, también se refirió a la demora de los gobiernos de cumplir su voluntad de que sus restos fueran sepultados en Lima, al respecto dijo:
«Hoy un jefe Peruano viene a darnos una nueva seguridad de que nunca falta un Tobías que repare para con los muertos el olvido de los gobiernos y la injusticia de los partidos, el coronel Ugarteche amigo y compañero de armas de nuestro héroe, abre oficiosamente la humilde y olvidada tumba donde fueron arrojados sus despojos, empapados en su generosa sangre y consagrada por el martirio del suplicio, los exhuma para restituirlos a su familia desolada, a esta ciudad de Lima de su nacimiento, al panteón de la capital donde reposan las cenizas de muchos Peruanos esclarecidos como Salaverry.
Poco después las piezas de artillería que formaban el cortejo militar de honor dispararon trece tiros delante del cementerio general, al ser depositados los despojos en el nicho las banderas de palacio y del cabildo fueron descendidos a mitad de asta en señal de duelo, en el puerto del Callao se dispararon dos cañonazos y otros dos en Lima, los restos del general Salaverry fueron sepultados en el cuartel San Martin letra D número 49, en esa tumba permaneció hasta que fueron trasladados sus restos al mausoleo que le erigió la nación.
Pasaron algunos años y en 1864 la señora Juana Pérez viuda de Salaverry y sus hijos, volvieron a pedir al coronel Juan Antonio Ugarteche un nuevo y honrosísimo encargo, que constituía otra prueba más de amistad y confianza, le pedían que se encargara del traslado de Arequipa a Lima de los restos de los jefes y oficiales que con el general Salaverry fueron fusilados en la plaza de armas de Arequipa, el 18 de febrero de 1836 y cuyo sacrificio patriótico el Perú entero rindió un homenaje de admiración.
Es así que el 31 de diciembre de 1864 el coronel Ugarteche se dirige a don Felipe Santiago Salaverry hijo, la siguiente carta en la que agradece tan honroso encargo, el 7 de enero el coronel Ugarteche escribe una nueva carta y en ella anuncia que por el presente vapor recibirá el encargo encomendado y he incluido los restos del comandante Pedro Herrera, que fue muerto en el puente de la ciudad defendiéndolo bizarramente bajo las órdenes del general Salaverry.
El agente de aduana Carlos Ronderhile escribe al señor Salaverry hijo lo siguiente:
Arequipa 7 de enero de 1865
Sr. F.S. Salaverry
Muy señor mío:
Por el presente comunico a Ud. el envió de dos cajones conteniendo los restos de las víctimas de 1836, que pidió Ud. al coronel don Juan Antonio Ugarteche, va adjunto el conocimiento de embarque.
S.S
Carlos Roderhile
El día 11 de enero llego al puerto del Callao el vapor Ingles «Bogotá» con los restos de tan ilustres víctimas, que fue desembarcado de inmediato y conducidos a Lima, a la iglesia de Santo Domingo en la que quedaron depositados provisionalmente, al día siguiente el señor don Felipe Santiago Salaverry hijo se dirigió al señor ministro de guerra con la siguiente carta:
Lima enero 12 de 1865
Al Señor General ministro de estado
En el despacho de Guerra y Marina
S.G.M
Deseoso el que suscribe de reunir bajo una misma loza los restos mortales de las victimas inmoladas en Arequipa el 18 de febrero de 1836, solicite que se me remitiera desde Arequipa los restos de aquellos que aun permanecían insepultos después de 29 años de su sacrificio, el vapor que arribo ayer al puerto del Callao ha traído los restos del general Fernandini, de los coroneles Solar, Rivas, Cárdenas, Carrillo y de los comandantes Valdivia, Moya, Picoaga y Herrera.
Como todos los héroes que llevaron este nombre en el mundo y contribuyeron a la independencia de la república, se sacrificaron por la integridad de ella con la mayor abnegación y obtuvieron una clase en el ejército.
Tengo el honor de dirigirme a Ud. a fin de que se digne disponer que los restos de estos mártires sean conducidos al cementerio público, previas las formalidades y prácticas religiosas que deben observarse.
Atte.
F.S.S
Pero esta carta no mereció atención por parte del gobierno del general Pezet, el que tampoco accedió al deseo manifestado por la familia del general Salaverry, de que se le permitiera hacer por su cuenta los funerales y el sepelio de los heroicos compañeros de infortunio y de gloria del general Salaverry el presidente más joven que tuvo el Perú, de darles sepultura al lado de su ilustre jefe en el cementerio general de Lima.
En esta época los gobiernos duraban muy poco y terminada la guerra con España y restablecida la normalidad en el país, el gobierno del general Mariano Ignacio Prado considero un deber de estado cumplir con la ley dada por el congreso de Huancayo, que ordenaba que los restos del general Salaverry descansara en un sepulcro de mármol erigido por la nación.
El 24 de noviembre de 1868 el congreso acordó que los restos de los jefes militares fusilados en Arequipa el 16 de febrero de 1836, fueran sepultados con honores militares y que se elevara a su ilustre memoria un mausoleo que la perpetúe.
En resolución legislativa dice:
Lima 24 de noviembre de 1868
Excmo. Señor Presidente de la Republica
El congreso ha resuelto que los restos del general Fernandini, la de los coroneles Cárdenas, Carrillo, Rivas, Solar y Valdivia, de los comandantes Moya, Picoaga, Herrera, que fueron trasladados de Arequipa a esta capital y que se hallan en el convento de Santo Domingo, sean sepultados en el cementerio general, con sus respectivos honores militares elevando la ilustre memoria de todos ellos en un mausoleo que la perpetúe.
Comunicamos a V.E para su inteligencia y cumplimiento
Dios guarde a V.E
José Rufino Echenique Juan Oviedo
Presidente del Senado Presidente de la Cámara de Diputados
Francisco Chávez Modesto Basadre
Secretario del Senado Diputado secretario
Fue el presidente José Balta quien puso el cúmplase a esta resolución legislativa, por resolución suprema el 1 de febrero de 1869 autorizo al prefecto de Lima a invertir 1,000 pesos a la indicada ceremonia fúnebre.
El diario el Comercio en su edición del 17 de febrero de 1869 da cuenta de la ceremonia de traslación de los restos de los jefes militares fusilados en Arequipa, del convento de Santo Domingo al cementerio general y de las ceremonias.
Honores Fúnebres
Tal como se había anunciado, se reunieron ayer a las diez de la mañana las corporaciones en el salón de palacio, de allí se dirigieron al templo de Santo Domingo donde se ha oficiado las pompas debidas a las exequias tributadas a la memoria de los valientes héroes, Fernandini, Carrillo, Rivas, Cárdenas, Moya, Picoaga, Solar, Valdivia y Herrera, que fueron ejecutados en Arequipa por orden del usurpador general Santa Cruz, cuyos restos permanecían depositados en el referido templo.
La iglesia de Santo Domingo se hallaba suntuosamente enlutado, un hermoso catafalco cuya cúspide estaba sostenida por columnas y arcos ojivales destacaba en el centro, al pie de aquel y en medio de grandes flameros y trofeos de guerra, se veían las nueve urnas cinerarias, al centro el altar destinado al sacrificio de la misa en la que pontifico el señor obispo de Puno fray Ambrosio del Valle; la orquesta compuesta por los mejores músicos ejecuto durante la vigilia las piezas más variadas, siendo una de ellas del profesor señor White, seguida de la música de la misa réquiem perteneciente al célebre Passini.
La oración fúnebre fue pronunciada por el presbítero doctor Núñez, cuya reputación como orador es reconocida por el público, concluido este acto los restos fueron conducidos al cementerio observándose en la marcha el siguiente orden:
Una mitad de caballería
Una sección de artillería volante
El carro mortuorio
La guardia de honor
El coche de gobierno completamente enlutado
Muchos coches particulares
Una comisión de la beneficencia presidida por el doctor Lino de la Barrera, recibió en el cementerio los restos y estos fueron colocados momentáneamente en la capilla, luego el doctor Lino de la Barrera dijo:
Señores:
Me ha cabido el honor de presidir la comisión encargada por la sociedad de beneficencia, para recibir los restos de nuestros valientes compatriotas que hace 33 años perdieron la vida por defender la integridad de la nación, es muy justo que se hiciera honra a sus memorias, la beneficencia se congratula de embellecer este cementerio con tan apreciables cenizas, ellas serán conservadas con respeto y veneración que merecen tan ilustres víctimas.
Señores hagamos votos al eterno por su feliz descanso.
Enseguida don Ramón Rojas y Canas, también leyó un sentido discurso recordando las virtudes y heroísmo de tan ilustres víctimas, tributando a la vez un voto de justicia al gobierno que ha sabido colocarlas en el lugar en el que desde hace mucho tiempo debían encontrarse.
Por ultimo de la capilla fueron conducidos los restos al cuartel de santa Ana y depositados provisionalmente en el monumento que se veía en el centro, hasta que se les erija el mausoleo que estaba decretado, llevaron las cintas el ministro de guerra, los generales Allende, Medina, Freire, Morote, Buendía y Segura.
Pero este mundo no sería tan malo, si no hubiera en el los gobernantes que hay, guías ciegos los denomina la biblia «guías ciegos que creen ver el mosquito y no ven al camello» y así pasaron algunos años más nunca se supo que paso con los restos del general Fernandini y de sus compañeros, porque fueron retirados del cuartel santa Ana donde fueron enterrados al ser vendido ese terreno al doctor Francisco García Calderón quien lo adquirió por encargo de la familia Goyeneche para construir allí su mausoleo.
A propuesta del presidente del centro de estudios históricos militares, el general de brigada don Felipe de la Barra y su junta directiva en sesión del 8 de enero de 1953, acordó nombrar una comisión formada por los miembros de número:
Contralmirante Manuel Nieto, del doctor Pedro Ugarteche, del capitán de fragata Eduardo Carrillo, del doctor Manuel Labarthe, doctor José Antonio Jiménez León y del doctor Cesar García Rosell, para que investigaran en el cementerio presbítero maestro el lugar en el que se encontraban sepultados los restos del general Fernandini y de sus ilustres compañeros de armas y sacrificio.
la junta directiva de este centro de estudios históricos al designar esta comisión, no solo cumplió un deber sino que también recogió un anhelo de la opinión publica, seriamente preocupados de la suerte que podían haber corrido estos restos y que era seguido con vivo interés, el 24 de enero de 1953 el general de la Barra dirigió un oficio al señor presidente del directorio de la sociedad de beneficencia pública de Lima, doctor Eleodoro Romero Romaña, informándole del nombramiento de la comisión y solicitándole ordenara se les prestara todas las facilidades necesarias para el cumplimiento de la labor encomendada.
El presidente del directorio de la sociedad de beneficencia doctor Romero, ordeno inmediatamente que se le diera a la comisión todas las facilidades, tanto de las oficinas de archivo como los del cementerio, no solo cumplieron esa orden sino que se esmeraron en colaborar con la comisión.
Se revisaron los registros e informes, el copiador de resoluciones, decretos de la dirección, copiador de notas e informes, el índice de acuerdos de juntas generales, toma de razón de particulares, toma de razón de los ministerios, acuerdos de juntas permanentes, libro de contaduría, protocolo de expedientes de mesa de partes.
Sin encontrar en ninguno de ellos dato alguno que arrojara la menor luz, sobre el lugar al que fueron trasladados los restos del general Fernandini y de su compañeros, la investigación que la comisión realizo en el cementerio general tampoco fue afortunada, fueron abiertas y examinadas cerca de cien tumbas que por carecer de inscripción se creyó podían guardar los restos próceres que la comisión buscaba, también se realizaron investigaciones en varios mausoleos, finalmente se hizo una excavación de varios metros de profundidad delante del mausoleo del general Salaverry la que tampoco dio resultado alguno.
La comisión duro más de tres meses, con posterioridad a esta investigación de la comisión y en vista de sus resultados, el centro de estudios históricos militares, coloco una hermosa placa de bronce en el mausoleo del general Salaverry conteniendo los nombres de los heroicos jefes compañeros suyos de infortunio y de gloria.
El doctor Pedro Ugarteche dijo:
«Es para mí un honor el haber sido designado por el presidente del centro de estudios históricos militares, general de la Barra para formar parte de esta comisión encargada de buscar los restos del general Fernandini y de sus ilustres compañeros, lamento profundamente el que estos esfuerzos no tuvieran éxito, por lo que estos restos próceres significan para todos los Peruanos, también porque fue mi abuelo el coronel don Juan Antonio Ugarteche(1), quien se encargó de organizar su traslado de Arequipa a Lima, años después de haber traído personalmente desde esa ciudad los restos del general Felipe Santiago Salaverry, en atención al muy honroso encargo que recibiera de la señora Juana Pérez de Salaverry y de sus hijos, que el cumpliera con la mayor solicitud y desinterés.
(1)
El coronel don Juan Antonio Ugarteche y Posadas, nació en la ciudad de Salta (hoy república Argentina) en donde su padre era teniente coronel de las milicias del Rey, el coronel Juan Antonio Ugarteche aparece citado en forma muy honrosa en los partes de batalla de Tarqui y de Yungay, fue presidente del consejo de ministros durante la campaña de la restauración de 1865, comandante general de artillería el glorioso 2 de mayo de 1866, el escritor Chileno Benjamín Vicuña Mackenna en su libro «Diez meses de misión diplomática» ofrece la siguiente semblanza:
«El coronel Ugarteche padre político del presidente Mariano Ignacio Prado y Ochoa, tiene fama de probo y de valiente, fue el que al subir al cerro pan de azúcar en la mañana del 20 de enero de 1839, apeándose de la mala mula que montaba la derribo de un balazo y dijo con calma estoica (no necesito bestia, si nos vencen yo no sé arrancar, si triunfamos tendré mejor montura) y subió el cerro con el denuedo de un héroe de la antigüedad; habla poco y oye menos pues padece de sordera, además es padre de unas hijas adorables, la más bella María Magdalena Ugarteche Gutiérrez de Cossío es la esposa de Mariano Ignacio Prado Presidente del Perú, el coronel juan Antonio Ugarteche durante el combate del dos de mayo se mantuvo de pie sobre uno de los reductos, descubierto al fuego enemigo y todo el tiempo fumando, pues es un fumador empedernido y todo sin pronunciar una palabra; los historiadores más notables de esa época como don Mariano Felipe Paz Soldán, el general Mendiburu, don Nemesio Vargas, el deán Valdivia lo recuerdan en varios pasajes de sus obras, con actuación distinguida y destacada en importantes acontecimientos políticos y militares.
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