Un día, en una ciudad cualquiera, en un barrio cualquiera, en una esquina cualquiera, había una tienda , pero no de esas tiendas cualquieras en la que la respuesta a todo lo que pides es un “no hay” un “no tengo” o un “acabe de vender el último”, esta no era de esas, esta era de esas bien surtidas, en las que las señoras mercan por que consiguen de todo, atendida por un señor no muy alto buena gente y bigotón de esos que mientras corta la carne le cuenta un chiste a sus clientes, los cuales no saben si reírse con el chiste o de lo malo que es el tendero para contarlos, de esos que confían tanto en la gente que todavía tienen cuaderno de fiados, así sepan que más de un ingrato fía en su tienda, pero cuando tiene plata pasa por la acera de enfrente haciéndose el que no lo conoce, para comprar en otra tienda al contado.
un día cualquiera llego un anciano que frecuentaba pasar por esa calle y parar en las tiendas a tomar cerveza, pidió una cola y pola y se la mando de un solo sorbo, debajo del brazo llevaba un triciclo rojo con blanco recién pintado y bastante grande, era de acero de eso a los que se les podía montar el niño que fuera dueño con 4 primos más acomodados como pudieran sin que este se dañara, porque al contrario de los de hoy en día no tenía nada de plástico, la cabrilla y los pedales eran cromados al igual que los rayos de las llantas y una parte de los pedales, el sillín estaba pintado de blanco, al igual que la parrilla que servía para llevar a un amigo o andar de pie cuando se estaba solo, quienes tuvieron alguna vez un triciclo de estos recordaran lo malote que uno se sentía cuando bajaba alguna calle parado en esa parrilla, el resto del triciclo estaba todo pintado de el mismo rojo del carro del tendero.
Quizás por el color el anciano se lo ofreció al tendero, este en un principio no quiso comprárselo, pero el anciano insistió, como argumento le recordó al tendero que tenía un niño pequeño más o menos de 3 o cuatro años que sería un lindo regalo, el tendero repico que para que un triciclo, si su esposa casi no dejaba salir al niño porque no había quien le prestara atención ya que ellos pasaban el día ocupados en la tienda, fue tanto el tire y afloje del anciano y el tendero que el viejo lanzo una oferta tan tentadora como descabellada la cual el tendero no pudo rechazar.
El tendero llamo al niño, que no cupo en el cuerpo de la emoción al ver el triciclo rojo, abrazaba al papá, le daba besos al regalo, eso sí tuvo que montar de la sala a su habitación todo el día hasta que llego la noche y sus papás se desocuparon lo suficiente como para echarle un ojito, el niño estaba muerto de dicha de poder salir de casa a jugar en la calle, casi no tenía amigos debido a que su mamá prefería que no se juntara con los niños de su barrio, el cual no era del todo sano, como la acera de su casa tenia muchos muros y saltos su mama lo puso en la acera de enfrente, advirtiéndole que no se podía cruzar la calle hasta que estuviera dispuesto a entrarse, porque ella no estaría para haya y para acá cruzando la calle, la acera era una en subida, no tan pronunciada pero si bastante larga así que el niño no dudo en empujar el triciclo hasta la esquina más alta y lanzarse, todo se hizo mas divertido aun cuando paso por el portón de una bodega que tenía una rampa que lo hizo andar más rápido, la mama casi se muere de un infarto cuando lo vio dar la vuelta en la esquina frente a su casa, ella pensó que se caería o que seguiría de largo, pero la llanta derrapo un poco en la arena que había regada, con el impulso avanzo hasta un resalto que habían dejado en una casa cuando pasaron una tubería el triciclo salto un poco, pero se sintió como si fuera un gran salto, como si fuera el rey del mundo, era la alegría de ser libre.
El tiempo paso, el triciclo se convirtió en el mejor amigo del niño, el cual todas las noches salía a intentar bajar un poco más rápido la cuesta para brincar más alto al llegar al resalto, como se veía divertido, no faltaron en unírsele algunos otros niños valientes, en patinetas, bicicletas, las niñas en patines, que parqueaban en la esquina cuando se cansaban de ese juego, sin embargo él no era muy bueno para socializar así que cuando dejo de ser novedoso para los otros niños volvió a quedarse solo, pero a él no le importaba por que nada lo hacía tan feliz como derrapar en la curva y sentirse libre en el resalto, a las que no les gustaba era a las señoras que salían a la puerta y gritaban “deje de hacer bulla con eso que no deja ver la novela” “si, que jode con ese aparato échele aceitico a eso que hace mucha bulla”
Un día un hombre que tenía un taller donde pintaban carros en esa misma calle, mientras caminaba hacia su casa lejos de aquella cuadra, se quedó impresionado al verlo montado en el triciclo, era primera vez que lo veía por que siempre cerraba el taller a las 5, corrió directo a la tienda.
-vecino ese triciclo donde está montado su hijo a quien se lo compro
-a un viejo que era cliente mío, ¿por qué?
-es que ese triciclo el viejo fue un día al taller y me encargo se lo pintara, me encargo que quedara bien pintadito porque era para venderlo, ¿se acuerda la vez que le pinte unos rayones a su carro?
-si claro
-pues yo pinte ese triciclo con la pintura que me sobro de esa vez, yo le dije al viejo que se lo pintaba por 20 mil pesos y el me dijo de una vez que sí, así que como le cobre caro, me esmere por que quedara bien bonito, cuando llego por el se lo hecho debajo del brazo y me dijo que ya venía a pagármelo que no mas lo vendía y ya volvía, esta es la hora que todavía lo estoy esperando.
El tendero y el pintor soltaron la carcajada al igual que los que estaban tomando cerveza a esa hora en la tienda.
-hasta ahora caigo en cuenta que el viejo por aquí no se aparece desde cuando eso, ese día vino y se tomó una cola y pola y me ofrecio ese aparato, yo se lo compre para que el chino se entretuviera, además porque me pareció bonito que fuera del mismo color de mi carro.
- pues como no, bueno y en cuanto se lo vendió
El tendero soltó una carcajada y le contesto.
-pues me dijo que le diera otra cola y pola y una cerveza para llevar y que me quedara con eso.
Pero así no termina la historia, el niño se divertía tanto con el triciclo que a pesar de que cuando cumplió 6 le regalaron su primera bicicleta, no aprendió a montar en ella hasta los 9 o tal vez 10 cuando los otros niños comenzaron a molestarlo porque estaba muy grande para andar en triciclo, así que cuando aprendió a andar en bici se volvió fanático a andar en ella y el viejo triciclo rojo termino en la bodega donde se guardan todos los checheres, donde un día cualquiera cuando ya tenía 16 tuvo que sacarlo obligado por su papá y su abuelo para poder desocupar la bodega de todo lo que ya no se usaba o ya no servía para nada, el triciclo a pesar de empolvado aguanto el camino con su dueño montado hasta una chatarrería donde fue vendido por 5 mil pesos como si fuera cualquier fierro viejo
Hoy en día, que el niño ya no es niño y que tiene 23 ya casi 24 que sabe cuánto valen las antigüedades, pero aún más cuánto valen los recuerdos alegres de la infancia, que sabe cuánto vale una buena historia, como la de comprar un triciclo por 2 cola y polas y una cerveza, el niño que ahora es un hombre siente tanta nostalgia por ese viejo triciclo y por ese último paseo hasta la chatarrería a menos de una cuadra.
Que decidió llevarlo tatuado para recordar que ese día sintió el deseo de subir la cuesta y sentirse libre por última vez, pero que no lo hizo porque le dio pena que los vecinos lo vieran, que pintado y bien restaurado adornaría su cuarto, que seria una misión casi imposible evitar que su sobrino se montara en él, que ya por cinco mil pesos no lo vendería, que de hecho no se atrevería a ponerle precio por ser el recuerdo más alegre de infancia, es por eso que el triciclo está acompañado de una frase que le recuerda que:
Si siempre se es niño, siempre se es feliz.
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