En los últimos meses te has convertido en un fantasma, apareciendo y desapareciendo a tu antojo... y casi siempre de noche. Ahora eres la sombra de lo que fuiste en mi vida, una camisa colgada que ya solo mueve el viento (y esperaba que la vinieses a buscar), vacía, yerma... inerte. Tal vez hayas sido eso siempre y fuera sólo mi imaginación quien llenara de carne y besos los huecos, las mangas lacias junto a un pecho que no late, el agujero negro de un silencio que se pega al paladar.
En el último año sólo pasó una persona por esta cama, pero nunca estás cuando me giro al despertar y ahora sé que sólo he dormido junto a una huella. Aunque a veces apareces, como un reflejo, al abrir los ojos -soñando aun- en mi paseo hacia baño, con lo poco que necesitaste nunca peinarte. En los últimos tres no he abierto la puerta a nadie, conviví un tiempo con un cadáver en mi mesa hasta que reuní fuerzas para deshacerme de él. Dejé el corazón en aquella caja que me regalaron, llena de piedrecillas y un cartel que reza "Manejar con cuidado. Extremadamente frágil".
Ahora vuelvo a hacer las maletas para abandonar esta casa encantada, que nunca quiso ser encantadora, ni habitable. Llevo el corazón en el puño izquierdo, tendré que recomponerlo en lo que dure el viaje. Ya no queda alimento, ni un lugar confortable para poder llamarla hogar. La verdad es que era previsible este desastre.
Abandono estas cuatro paredes, los proyectos, la sombra de tu silueta al cambiar de habitación, los sueños,... Me llevo un puñado de buenos recuerdos, el grito tenue de mis latidos resucitando y las risas que me arrancaste.
Dejo la puerta abierta por si alguna vez averiguas cómo salir de ésta. Tal vez nos encontremos en la otra vida, ya no pienso regresar a esta. No es que me desentienda, es que no sé rezar a un muerto. La casa lleva tiempo con aviso de derribo y no, no quiero estar dentro cuando suceda eso. El jardín se irá durmiendo solo, las paredes se teñirán de gris con el tiempo, las grietas cubrirán las paredes como telarañas con el tiempo... y a su fantasma, mira, que venga a alimentarla otra.
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