El corazón aguanta,
y aguanta demasiado,
este motorcito de vida
soporta más de lo que dicen
y más de lo que callan,
lo lastiman las palabras,
la soledad y la neblina,
padece la desesperanza,
los cambios y la rutina,
y comparte nuestros tragos
para acallar las penas,
respirando en la tristeza
el frío del anochecer
El corazón aguanta,
y aguanta demasiado,
encerrado en nuestro pecho
y en su místico abismo,
tan cobarde y orgulloso
se camufla y se adapta,
convirtiéndose en cemento,
en hierro, ceniza y porcelana,
y otras solo en un adorno
que uno olvida y también guarda
En su eterna diástole y sístole,
nos mantiene en pie en la desgracia,
ante las noticias de los pájaros de mal agüero
y la alegría de los santos y gloriosos días,
sin francos ni feriados,
ni vacaciones ni recesos,
permanece fiel en nuestros sueños
y observa insomne nuestras pesadillas,
esperando ansioso en su vigilia, el hermoso amanecer
Y aunque se agote y nos suspire
en un bombeo de muerte que es reclamo,
el corazón aguanta tanto como se desgasta,
pero sin vueltas y alunado, un día va directo al grano,
y nos pasa la factura que no supimos ver,
su retiro voluntario es su recompensa por los años,
o tal vez es su manera de decir tan solo adiós.
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