Hace tiempo que no ardo.
Quedaría feo decir desde cuándo
desde qué piel
cuál fue el último nombre
que, con pasión, me guardo
en el centro de este volcán.
Y aunque alguna que otra vez
alguien hizo chispa
ninguna llegó a simulacro
ni a combustión interna.
Con frecuencia de tanto frotar
alguna consiguió hacer humo
que parecía preceder
al tan ansiado fuego...
pero luego no.

En los últimos meses
me he encendido
con la mala suerte
de no tener suficiente aire
para prender la llama.
Tal vez si voy y le soplo de cerca
consiga encender su yesca
y, así, con sus brasas
quiera encender las mías
-tan dispuestas para ella-
y esta historia termine, al fin,
en pira, desastre natural con piel
e incontrolable incendio.