Había una vez, un elefante ¡tan, pero tan pituco!, que era la envidia de toda la selva tropical, él se llamaba Arturo y aquel día de verano, el coqueto trompudo tenía una cita con una preciosa gatita que le robaba el suspiro, como quien roba besos a los labios de la providencia. Para ir a su cita se perfumó con el aroma de una hermosa orquídea, se rizó las orejas con dos cocos de una palmera, y le pidió a su mamá, la elefanta Zúca, que le planchara con el palo de una caña su gran moño de color verde manzana.
Entre tanto, Arturo salió muy contento esa tarde, iba con una rosa roja en su trompa, risueño y alborotado; él iba a encontrarse con su novia, pero en verdad ella no era su novia ¡shhhh!, esa misma tarde Arturo iba a declararle su amor a la gatita.
La pequeña mishifus se llamaba Natacha, su pelaje tenía el color de la noche y en sus ojos había polvo de estrellas, su cuerpo poseía el tamaño de una de las patas de Arturo y era prima cercana de la pantera negra.
La cita de Arturo y Natacha era a la orilla del río Yapeyú, pero como Arturo era muy, re que te muy distraído se entretuvo jugando con una mariposa en el camino, y se olvidó de que las agujas del reloj pasaban muy de prisa. Cuando llegó al río no encontró a Natacha porque había llegado tarde, triste pero muy triste y con una lágrima se volvió a su casa. La pequeña felina, cansada de tanto esperar al GORDO, GORDO elefante se aburrió y se fue a afilar sus uñas mientras descansaba en la rama de un árbol, porque ella era siempre una gata demasiado perezosa.
Al día siguiente, el elefante Arturo se levantó muy temprano, antes de que cantara el gallo, y con mucha decisión volvió a la orilla del río para buscar a su amada gata, porque él era muy enamorado y soñador. Esa misma mañana ¡se generó una confusión tremenda!, porque la pequeña morena fue a la casa de Arturo para encontrarlo pero el elefante estaba esperándola en el río, ¡pobre grandullón!
Entre tanto desencuentro la gata decidió volver a su refugio, molesta y cansada de esperarlo ¡qué fatiga!, pero en el camino de regreso se tropezó con una piedra y cayó al fondo de un río que no era el Yapeyú, y como a Natacha no le gustaba el agua empezó a maullar “¡¡miau-miau-miau!!” y a desesperarse por no poder salir del tremendo lío en el que estaba.
Del otro lado de la selva, Arturo oyó el maullar de sus gritos y fue trotando hasta donde estaba la gata; la tomó por el lomo con su trompa y la puso en su cuello para darle calor de manera tierna y heroica, la gatita agradeció al elefante su ayuda y se enamoró de él.
Y moraleja de esta historia; las lechuzas cuentan que cuando el invierno llega y hace mucho frío, se ve a un elefante pituco y perfumado trotando por las praderas de la selva tropical, y que ha cambiado su moño verde por una bufanda negra ¡pero no!, es la pequeña gatita que se prende con sus garras al cuello de su amado, donde descansa y ronronea, porque allí es donde ha encontrado su lugar.
Y colorín colorado, este cuento verde manzana se ha terminado.
Pd: se lo dedico a un grandullón que siempre está en mi corazón, y si no fuera por la distancia ya me hubiera prendido a ronronear sobre su cuello. |