Me gusta por sobre todo beber cerveza en tu sala mientras me sirves el almuerzo. Fue hace mucho que deambulaba por las calles del Callao buscando un lugar donde almorzar. Caminaba y caminaba porque buscaba la alternativa más económica. De repente apareciste y dijiste en ese tono que no me puedo sacar de la cabeza: “Joven aquí estoy vendiendo menú a cinco soles”. Me alegré tanto que aparecieras. Desde entonces he ido siempre a almorzar a tu casa, incluso los días que no tengo clases. Lo más raro de todo es que soy tu único cliente y ahora ya ni me pides que te pague. Después de muchos platos de comida nos volvimos amigos, casi cómplices. Eres mi mayor consuelo. No imagino llegar a la universidad solamente a estudiar, me gusta estar en tu casa. Me gusta sobre todo cuando Adrianita, tu hija, me abre la puerta, “papá!!” me dice, y me derrito en silencio. Me tratas como a un rey, conversas conmigo, me das de comer, y hasta me invitas las cervezas. No sé si sea correcto pedirte que te cases conmigo, no sé si sea correcto apoyar mi cabeza en tu regazo, no sé si sea correcto estar enamorado de ti. Solo sé que mañana iré a verte, me sentare en tu sala mientras me sirves y esperare a que te sientes a mi lado para escucharme. Te gusta escucharme mientras como, te gustan las cosas que te cuento. Voy a ir mañana a verte con esa falda que tan bien te queda y que a pesar de tus años resaltan unas curvas que me incitan a acelerar. Mañana y pasado iré a verte, aunque no entre a clases para dormir en tu cama.