BISTURÍ ...
¿Qué queda
de un hombre y de todo su orgullo
sino sus huesos?;
veo hombres viejos,
en los bancos de mugre,
acurrucados en su frazada de papel.
La luna cae vertical,
como una galleta de grasa
sobre mi sombra en el asfalto, y
los sonidos del silencio
muerden los talones como ratas.
Urbe de aliento somnoliento ,
donde las píldoras
de veneno
están inundando sus aguas;
donde el rostro
del verdugo está siempre
bien escondido.
Mira, algo cambió.
El amor después de amor
desata furia,
agonia.
Una carcajada mata al payaso
y la poesía es puñalada.
Sabrás qué ;
ese opio se respira hasta en la alegría.
¿A ver como te explico?...
Veo gente, tipos,
importándole una mierda la vida del otro,
veo en un veintidós oxidado
el olor a otras muertes
y la risa y el espanto.
Puedo ver cientos de ellos.
Miré los gestos de un chabón
que se falopeaba
en el callejón de los sueños ;
y aunque parezca exagerado,
escuché el sonido de una persona
que clamaba ser humano;
son los nadies;
no sienten terror
por no amar o por no
ser amados.
No entiendo por qué esa gente
no expira,
por qué un rabo de nubes
no los asesina,
o por qué los perros
no los ladran,
o por qué las flores y los niños
no los empalidece en un otoño,
supongo
que están todos muertos;
perdón por mi
sueño equivocado;
tantas y cuántas miserias
de mis criaturas
compañeras.
A veces pasa,
lo impecable de la cuidad poeta
es que no miente belleza,
porque aunque no lo veamos, el amor siempre está.
Por eso enamorada mía abrazarme así
en la última locura de amor,
abrazarme así como niño y déjame abrazar... -®
Por: Daniel O. Jobbel |