Momentos

Un suspiro en la noche, las piernas entrelazadas y el placentero espasmo que dibujaba un sutil espectro por sobre las sábanas. Incontenible y fugaz, un instante de placer que quería que fuera interminable.
Fue como un cabalgar cansino en una mañana de otoño, cuando las hojas secas ronroneaban cálidos sonidos y delicados movimientos apresuraban el clímax.

El acompasado vaivén que hizo estallar el silencio y los ojos cerrados del jinete dejaron pasar cientos de imágenes y sensaciones.

Exhausto, a su lado, como pidiéndole prestado tiempo al tiempo, su juguete soñado, un joven 25 años menor que ella, fruto de un encuentro furtivo en una tarde cualquiera.

Compartieron soledades en la mesa de un bar y una pasión incontrolable que despertaron sus deseos. Salieron presurosos del lugar hacia el departamento de la mujer que hoy miraba con lascivia, su pecaminosa humanidad.

Un extraño en la cama que solo había imaginado en sueños, lo acarició como pensando que desaparecía cual hechizo.

Fue solo un roce que le erizó todo su cuerpo, lo abrazó suavemente envolviendo con él sus sueños, en el tibio solaz de la habitación.

OTREBLA