El cielo se presta a tomar de sus cabellos

esos hilos caídos y perlados,

y recorrer sus manos frías.

Luego de mirar las nubes

la tarde aprieta su sol de oro,

corre sus manecillas y abre una ventana

que clarifica su vestimenta desnuda.

Se cuelan estrellas y luceros

el viento brava en silencio.

Hay deseo de ver esos ojos pesados,

cuando se abran a la verdad escondida,

quizás pueda ver un moño azulado,

o alguna imagen que salve su destino

Autor María del Rosario Alessandrini