Desde donde estoy ya no voy a escuchar
las risas que lanzas al aire para esconder los vacíos
que se abrieron en tu alma cuando mis horas dejaron
de desenredar todo lo que cargas en el alma,
Solo me quedará escuchar los sonidos
que a su paso hacen los ríos, los vientos
y desde esta distancia, en la lejanía quizás,
hasta mis recuerdos de la voz del mar.

Desde donde estoy ya nunca más podré ver,
cómo el espejo te mira mientras tú le preguntas
a esa imagen que salió desde el fondo de ti,
si puedes ser algo más de lo que ves,
mientras yo solo me limitaré a ver el sol
para que su luz me siga regalando
el cielo, las montañas, los bosques, las lagunas,
lo que las manos de los antiguos hombres hicieron
y las lejanas distancias a donde por fin llegaré.

Desde donde estoy no podré sentir
el voluptuoso roce que nos consentía
estar metidos dentro de nosotros.
Ahora solo hurgaré la piel del espacio que me habita
y que se mueve silenciosamente a mi alrededor
para hacerme saber que aún estoy aquí todavía.

Desde donde estoy solo puedo echarme a andar,
y es tanto lo que debo avanzar
que para consolar a mi cansancio,
el camino le ha perdonado sus distancias.

Desde donde ahora estoy no me parece
que voy a cantar, ni mucho menos ponerme a llorar,
solo me queda escribir esta mansa despedida
que es un anticipo de todo lo que debe morir
lentamente dentro de mí, para seguir existiendo.