La música www.youtube.com/watch?v=XiDVfGqxi9U y las letras, ayudaron en este viaje.
El sendero fue angostándose a medida que subía la pendiente de esa ladera. La tarde de cielo despejado, sin viento, ensordecida de silencio, enmudeció mi alma. Sólo el batir de algunas alas de pájaros, rompían la tela de esa pintura. El paso se convirtió casi en sueño. Un aire muy oxigenado reemplazó toda molestia en mi cuerpo. De pronto soy tenue como una plumilla de pichón izada en una brisa. Me dejo llevar por mis pasos. Ahora el camino se ensancha y penetra en un bosque frondoso, la cúpula de hojas me separa del cielo. Inmensas rocas que asoman por la ladera toman protagonismo. En sus bordes albergan vida. Helechos, zarzas, humedad, humus. Siento la necesidad de palpar esa tierra, tan negra, rica. Siento una pertenencia, como si los siglos hubiesen esperado por mí para mostrarme un lugar. Dejo el sendero y comienzo a ascender entre piedras, rocas, árboles, raíces, zarzas. Mis pasos son lo único audible. Algo me impulsa hacia arriba. Debo sortear una roca gigante que corta mi camino, tomo por un costado empinado de piedra y al doblar, aparece ante mí una cueva natural. En sus bordes hay claveles del aire, todos en flor. El momento es sinónimo de soñar, pero estoy más despierta que nunca. Ingreso en la cueva poco profunda, e instintivamente tomo asiento en el suelo, respiro, me evado.
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