MAUPASSANT, FLAUBERT
Y DOS MAESTROS DE LA CONSTRUCCIÓN
Sabido es que el novelista francés Gustave Flaubert, apadrinó, gracias a la gran amistad que tenía con su padre, al famoso cuentista, también francés, Guy de Maupassant. Lo hizo su protegido y pupilo en el taller literario que él dirigía.
En una de las tantas conversaciones que ambos sostuvieron, Flaubert le explicó a Maupassant, los secretos que debía observar para lograr una descripción precisa de sus personajes.
"Mira esos coches estacionados allí - le dijo con voz pausada y cuidándose del uso de cada vocablo que pronunciaba, mientras paseaban por una plaza -, con sus respectivos caballos y cocheros. Tomemos por ejemplo uno de los cocheros y describámoslo de tal manera que cuando alguien lea esa descripción, inmediatamente la imagen de ese cochero se presente en su cabeza, y si por esas cosas de la vida, ese lector un día tropieza con nuestro cochero, lo reconozca y no lo confunda con otro cochero, ni con otros diez cocheros. Esa es una buena descripción". Y con esas palabras el maestro Flaubert, dio por terminada la clase ese día. Quien conoce la obra de Maupassant podrá dar crédito de las magistrales descripciones que aparecen en sus cuentos.
Yo no sé si aquellos dos obreros de la construcción, que junto a mi viajaban en el micro que me lleva a El Tabo, y que al parecer trabajaban en una empresa con numeroso personal tanto masculino como femenino, sabían de los consejos que Flaubert dio a su novel pupilo. Pero de lo que si estoy seguro, es de la eficacia del sabio consejo del maestro.
Ambos, tenían un pequeño problema para identificar a una secretaria, que encontraban muy hermosa y cuyo nombre no recordaban. En sus esfuerzos por rescatar de ese olvido a la agraciada secretaria, pasaron, primero, por varios otros nombres, sin ningún resultado positivo. Luego, vinieron algunas descripciones como la forma de la cara, el largo de su nariz, el color de los ojos, el teñido del pelo, el porte de su estatura; y nada. El terco nombre hacía vanos los esfuerzos de los trabajadores.
Precisamente en este punto, aparece Flaubert, cuando ya habían agotado todo, uno de los trabajadores exclama en voz alta y reconociendo que había dado en el clavo: "¡Esa, la del enorme trasero!". "¡Ah!... ¡La Beatriz!" - respondió su compañero. "¡Sí, la Betty!"- rió el otro. Y ambos, continuaron el viaje conversando amenamente de los atributos de Beatriz.
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