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Historia real vivida a los 8 años en un internado de monjas ( hermanas) durante uno de las cursos que estudie en ese colegio, mi ingreso duro desde los 6 años hasta los 14, fue una buena experiencia dentro de lo que cabe, hice muy buenas amigas y compañeras, y el dia 3 de octubre hacemos un encuentro todos los compañeros/as que vivimos juntos durante mucho tiempo.


Mi gato Roke
Lo conocí una tarde a finales de invierno, cuando estaba con mis amigas a la hora de la merienda, ese día jugábamos en la puerta de talleres, que están debajo de las clases de bachiller, vimos un gato y lo llamamos para compartir juegos y merienda con él. Cuando terminó de comer lo acariciamos y estuvo un rato con nosotras, después siguió su camino mientras nosotras seguíamos jugando.

Al día siguiente a la misma hora cual fue nuestra sorpresa que hay estaba el gato esperándonos y volvimos a compartir con él la merienda y esta vez repetimos los juegos con el gato.

(¿Recordáis lo que nos daban siempre para cenar? Sopa de pan, verdura y pescado; eso cada noche menos los domingos que era especial, para quien le gustara, a mi particularmente ni el arroz con leche ni la mortadela eran platos de mi devoción.)

Bueno a lo que iba:

Cuando llegó la hora de cenar yo cogí el pescado y lo guardé en el bolsillo del babi, y me ofrecí esa noche a ayudar a recoger el comedor, pero ese no era mi cometido, claro. Cuando se marchaban mis compañeras en fila de a dos hacia los dormitorios, dejaba pasar unos minutos y bajaba sigilosamente las
escaleras con dirección al patio. El miedo se apoderaba de mí ya que el alumbrado era exclusivamente de las farolas. El patio con esa oscuridad temeraria acojonaba a cualquiera de nosotras a esas horas, pero yo tenía una cita, buscar a Roke para darle mi pescado, cual fue mi suerte que lo llamé y enseguida apareció con una alegría que contagiaba rozándome las piernas me demostraba el amor que me tenía, yo me agaché a su altura y acariciándolo, sacando el pescado de mi bolsillo y se lo ofrecí para que se lo comiera.

Cuando acabó se acostó en mi regazo, se quedo un rato conmigo y yo le hacía mis confidencias: le contaba mis alegrías, mis penas... Al cabo de un rato llegó la hora de irme para que no me pillaran y me echaran bronca, pero no sin antes quedar con mi gato para la noche siguiente.

Así pasamos muchas noche juntos, alguna vez venía alguna compañera mía, pero desistieron en seguida por temor a las represalias, pero yo seguí bajando sola, mi prueba del delito la llevaba cada día conmigo en los bolsillo de mi bata, llenitos de aceite de pescado, pero no me importaba, ya que mi Roke me hacía muy feliz.

Una de las noches en el gimnasio de enfrente había entreno. Yo estaba con mi gato charlando como siempre y vi, salir del gimnasio a la directora del colegio (ella se acordará de mi seguramente) porque fue ella la que me pilló y llamándome me preguntó: ¿Qué haces aquí sola? Yo le respondí: Estoy con mi amigo Roke dándole la cena y hablando con él. Supongo que Sor directora vio tanta inocencia en mi que no me metió bronca solo me dijo: Anda vete para tu departamento y no vuelvas a hacerlo más. Me fui al dormitorio contenta, pues no me había pasado nada. (Lo siento Sor directora yo seguí visitando cada noche a mi amigo Roke, que resultó ser hembra y estaba preñada).

La relación que manteníamos le hizo a mi gata coger confianza a todas las niñas y se daba sus paseos por los pasillos exteriores de las clases de bachiller, alegrando de esa manera a mis compañeras.

Hora del parto:

Acostumbrada la gata a nuestra compañía, buscó para parir una clase de primaria. Yo esa tarde estaba en el patio jugando con mis amigas. Recuerdo que se me acercaron dos compañeras advirtiéndome que la monja se había enterado de la presencia de la gata pariendo en una clase. La monja buscó a uno de seguridad, que por aquellos años teníamos siempre por la zona, los dos dirigiéndose a la clase donde estaban los gatitos con su madre. Yo cogí a mis amigas y atravesando los patios corriendo y desesperadas, llegamos a la clase de primaria antes que ellos y abriendo la ventana como sabíamos hacer entramos. Estando dentro de la clase, ayudando nuestra amiga gata escuchamos el tintinear de las llaves que se acercaban. Corriendo salvamos a la madre y saltando por la ventana nos quedamos escondidas para ver que pasaba. Cogiendo los cachorros y metiéndolos en una bolsa, buscaron a la madre sin encontrarla (lo que no sabían es que la madre estaba a salvo). Se lo que hicieron con los cachorros desgraciadamente y me sentí impotente pero no había nada que hacer si queríamos salvar a la gata.

Esa hermana se enteró de que la madre estaba viva y mandó buscarla y supongo que obtuvo el mismo desgraciado destino que las crías. Nunca más volví a ver mi gata y amiga.

Es una historia de mi vida que duró un curso y la recuerdo con mucho cariño.

Mi amiga fiel la gata Roke,
La que nunca me traiciono y me escucho cuando lo necesitaba.



Texto agregado el 12-09-2004, y leído por 281 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
08-02-2005 Una misa de requien para esa fiel gata y mi admiración por conservar con tanta ternura en tu corazón esos momentos inolvidables. Esas acciones van forjando el espíritu de las personas por lo que creo que eres una persona muy generosa y querible. Tu texto nos lo dice... gui
08-02-2005 ufa, no te podias acojonar mariajosé, valiente actitud para esos años o esa edad. tierno y el pasto de la intolerancia lo comieron muchos y hermanos y hermans por partida doble o triple allá en tu españa de esos años curiche
08-02-2005 Es uno de los textos más tiernos que he leído por estas latitudes. anemona
 
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