Caminaban el padre con sus dos pequeños hijos por la empedrada ribera del río. Siempre hacían el mismo recorrido en primavera.
Entonces, el más chico, vio una piedra. Una pequeña piedra de extraña forma, producto de haber sido modelada por el agua durante miles de años.
-¡Miren lo que encontré!- dijo jubiloso a su padre y a su hermano, enarbolando su hallazgo. -¡Miren la forma que tiene, ha sido pulida por el agua, ¿cuánto habrá demorado la naturaleza en dejarla así?!-.
-Obvio que un montón de años. Eso, la naturaleza no lo hace en un par de días-, contestó inmediatamente su hermano, que era un poco mayor que él.

El padre, tomó la piedra, la miró detenidamente, la acarició, la puso contra el sol, le echó un poco de agua del río, la lamió, y luego, con su mejor cara de sabio, dijo: - Nada hijo, la naturaleza se ha demorado nada en hacer esta piedra. ¿Te lo digo de otra forma? ¡Esto se demoró!-, e hizo sonar sus dedos con un poderoso chasquido. Luego, todos siguieron su marcha chasqueando sus dedos y repitiendo "esto se demoró, esto se demoró, esto se demoró".