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Flor Alicia, guapa aún y con un cuerpo apetecible a pesar de sus más de 40 años, lloraba con desconsuelo A la vista tenía recuerdos de su fallecido padre: su uniforme de general, su espada, su pistola reglamentaria “Colt 45” y un revolver 22 con cachas de nácar, dos dagas medievales cuyos mangos estaban cubiertas de piedras preciosas. Paradoja curiosa: armas guerreras de un hombre pacífico y toda bondad. Además de múltiples monedas de oro, las más grandes de inmenso valor y las pequeñas, propias para servir de arras matrimoniales. Las joyas de su adorable madrecita, que pasó a la dimensión desconocida en la flor de la edad, todas valiosas: su collar de perlas, pulseras de platino, anillos con brillantes, etc. Cuando a ella su alma se le apretaba, lloraba en solitario en compañía de los tesoros de sus padres hasta que se le acababan las lágrimas. Pero, perdón mis queridos amigos me estoy adelantando en la narración de esta verídica historia.

En la hermosa y enorme ciudad de México, existe un afamado y prestigioso hospital, “El Sanatorio Español”, cuna de innumerables generaciones de médicos especialistas que han dado prestigio al gremio médico mexicano.
Flor Alicia, jefa de enfermeras, organizaba con asertividad y mano de hierro las actividades del nosocomio, era respetada por todos, médicos, enfermeras y personal auxiliar. Educada por las monjas “Hijas de María de Nuestra Señora”, no mostraba sus sentimientos, sino que siempre actuaba con ecuanimidad. Su vida, desde que murió su padre, se llenaba con la actividad propia de su trabajo, su soltería no le importaba.

Sin embargo los caminos del Señor son inescrutables, de repente conoció el amor. Un joven médico, Ismael, que no alcanzaba los 25 años, guapo y simpático, llegó a su vida. Era pobre, había obtenido una beca para hacer la residencia de cirugía, pero sin sueldo. Extraña combinación, él le ofrecía amor y noches de pasión. Ella manutención mientras terminaba la residencia. Todo en secreto, nadie en el hospital sospechaba del desigual idilio, los dos actuaban con propiedad, él dedicado a su trabajo y sus estudios, ella como siempre a la efectividad de sus labores. La única que sabía de su secreto era su amiga, la sub jefa enfermera Oralia, que con sentido común le decía a Flor Alicia: “No seas tonta, este chavo te está explotando, verás que cuando termine la residencia te bota”.

Todo en esta vida se llega a saber, con el tiempo el secreto tan bien guardado salió a la luz, a espaldas de la jefa habían murmuraciones y cuchicheos además de burlas sangrientas. A ella no le importaba, durante tres años tuvo la dicha de tener un hombre bien parecido en su cama que la llevaba a las puertas del paraíso. Pero, sucedió lo inevitable, el cirujano ya formado fue invitado como socio del director del hospital en su consulta particular, además le consiguió el puesto de cirujano de planta en el Sanatorio Español. Para fortalecer su posición decidió casarse con la bobalicona pero joven y bonita hija de su jefe. Su porvenir pues estaba asegurado, el único escollo era Flor Alicia.

Nobleza obliga, la actitud de Flor Alicia fue equilibrada y constante, nada de escándalos ni reproches, ni llantos, no perdió su rectitud y equilibrio, ecuánime como siempre. Sólo en la intimidad de su hogar lloraba sin descanso frente a las reliquias de sus padres, ellos que ahora tanta falta le hacían.

Antes de la boda, Flor Alicia le dijo a Ismael: “Eres libre de hacer lo que quieras, sólo te pido un último favor”. “¿Cuál?” Preguntó un amoscado médico. “Qué me regales la última noche de amor”. Fue la respuesta.
En la recámara de ella donde tantas veces se habían amado, Ismael vio en el buró un bulto envuelto para regalo, intrigado preguntó; “¿Qué es eso?" “Es mi regalo de bodas, pero te lo daré ya que te vayas”, dijo Flor Alicia.
La noche de amor que pasaron los amantes fue apasionada. Ismael estuvo firme y durable en el embate erótico: una vez, y otra, y otra enarmonó sus rijos. Ella, por su parte, desplegó toda su venustidad y sus ardimientos todos. Una mezcla de doncella pudorosa y descocada cortesana que a Ismael le pareció algo inexplicable. No había que pensar, sólo sentir. Al final de la batalla, los dos quedaron poseídos por esa dulce paz que invade lo mismo al cuerpo que al espíritu tras de lograda la amorosa plenitud, y que pone a los amantes en armonía consigo mismos y con el universo. Él como buen macho mexicano satisfecho de su actuación se quedó dormido.
Ella, despierta, hermética, sin mover un músculo de su cara, observó por largo, larguísimo tiempo a su amante. Sin un gesto estiró el brazo y agarró el regalo de bodas y empezó a desenvolverlo…


—Aunque aparatoso el caso es sencillo —empezó a decir el médico legista—. Él presenta un orificio pequeño en la sien derecha, ella en la región precordial, ambos sin orificio de salida como corresponde a balas calibre 22 que han de haber salido del hermoso revolver con cachas de nácar que acompaña a los cuerpos.
—Y la prueba de Rodizonato de sodio —preguntó el investigador.
—Sólo en la mano derecha de la mujer.


Texto agregado el 07-05-2016, y leído por 148 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
09-05-2016 Una mujer despechada siempre es peligrosa. Excelente historia de humor negro. Felicidades. Terryloki
08-05-2016 Muy buena historia!!! Raro un texto largo en vos, pero se lee con atención y fluidez. Besitos y estrellas! MujerDiosa
08-05-2016 Diosito!!!! y yo que acabo de cumplir 40! jejeje... Excelente historia... Saludos! PiaYacuna
07-05-2016 Un regalo de los que penetran el pensamiento. Calibre 22 ***** grilo
 
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