Yacer, plácidamente en el sueño,
lejos de las prosaicas tareas y los rostros sin gracia,
en una silenciosa burbuja, que obsequia la calma,
que aplaca el sonido y tapea ventanas
Afuera, el estrépito relampagueo
del crujir de las calles no sabe callar,
y pesado en su andar, pero obstinadamente,
se va devorando al día, aunque caiga la noche,
y el sol quiera y no pueda, ya regresar
Tarde o temprano, hemos de abrir los ojos,
y recibir anhelantes el aire
que irrumpe sin avisar,
lo probaremos con ansias,
se fundirá en nuestra sangre,
y abandonaremos el suave reposo
de la seguridad del hogar
Porque nada es seguro, y nada es tan bueno,
porque esta carne y estos huesos
están hechos para andar,
aunque el confort sople fuerte,
y el miedo se cierne, hay que despertar,
así sea tan solo, para crear u observar,
como siempre y por siempre, un nuevo caos.
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