Nací donde el sol no se esconde, en la época de la labranza, fui criado en las montañas y me forjé al amparo de cielos blanquecinos.
!Gloria, su marcha continua!
Supongo que no debería llorar, soy consciente que el destino del hombre es el marchitar de la carne. Algún día mis padres morirán, dejarán esta existencia terrenal.
No mediante me es imposible no sentir cierta angustia por aquel malhadado destino, la incertidumbre, la antesala al fin, la llegada del silencio eterno. Lágrimas ruedan por mis mejillas, haciendo surcos en mi semblante.
Sin embargo, una felicidad austera se transforma en una dicha plena, alzo la vista a los cielos y contemplo como el sol brilla, como las nubes se desprenden, de sus ropajes de luto, remplazan dolos por tenidas bañadas en cristal y perlas.
Debo continuar, la vida sigue, escucho trompetas entonar melodías de paz. !Gloria, gloria, su marcha continua! |