Te escribo hoy desde aquí, desde al anonimato que da mostrarnos ante la gente en un lugar desconocido, como cuando recorremos la Gran Vía cogidos de la mano , como cuando nos besamos en otra ciudad en mitad de la calle, como cuando es imposible que alguien sepa que tú y yo no podríamos estar ahí juntos.

Te escribo con la seriedad impostada que adopta un padre al regañar a su hija a la que adora por no tomarse algo en serio. Porque tú no me tomas en serio, y eso hace que me sienta liviano, hace me eleve más y más alto para llevarte conmigo. Como cuando te desplazabas de una atracción a otra dando pequeños saltitos y yo notaba que un otoño me podía helar el corazón.

Te escribo porque es el único modo que sé para retenernos, mientras tú no me pides nada, yo te lo daría todo y al final tenemos lo que podemos, que recibimos con gratitud, con euforia a veces, pero lo que podemos. Y después sonrío al verme escondido en ese plural cobarde, en lo que puedo, y entonces, me echo a temblar.