MANOS DE SEDA




Le vio el bulto en el pantalón al hombre aquel y los labios se le humedecieron por el deseo. Se imaginó aquella cosa gruesa, negra y desgastada la piel por el manoseo de todos los días. Entornó los parpados y pensó en las satisfacciones que obtendría si la tuviera entre sus manos.

Hizo el esfuerzo de apretujarse tras del cuerpo del hombre quien ni se inmutó. La gran cantidad de pasajeros en aquella unidad de transporte colectivo permitía cualquier tipo de cercanía. Con disimulo y tenso el cuerpo ante la posibilidad de tocarla, acariciarla y después hacer suya aquella cosa, le invadía el cuerpo y la mente a la mujer, de un deseo pecaminoso.

Finalmente introdujo su mano tersa como de terciopelo en el pantalón del hombre y agarró aquella cosa, fue suya para siempre o al menos hasta que le vaciara todo su precioso contenido satisfaciendo sus más oscuras necesidades…

Al detenerse la unidad de transporte, la mujer bajó a toda prisa, llevaba consigo la gruesa cartera que le había sustraído al hombre del autobús.