Cantos Obscenos *
Mientras acudía a un almuerzo tardío en un restaurante conocido sin demasiado lujo, la vi. Ariadna llamó mi atención por sus senos de nodriza que tensaban la blusa de estambre. Los esfuerzos para que se fijara en mí, eran vanos. Ella rebuscaba miradas, tratando de reinterpretar silencios no escritos.
Salió del restaurante y la seguí. Se dio cuenta y apresuró los pasos que eran ágiles como el águila. La alcancé y la así por el brazo. Me miró desconcertada, pero no opuso resistencia. La acerqué a mi pecho mientras mi aliento, muy cerca de su oído, le susurraba palabras dulces que la hacían soñar con cantos obscenos que la transportan a mi mundo sórdido. Me contempló y el pozo oscuro de sus ojos negros ordenaba que la convirtiera en mi esclava.
En un rincón solitario, fuera del alcance de otros ojos, la fui despojando de su ropa y pude contemplar su deslumbrante desnudez que deseaba ser vestida con mi cuerpo. Mientras mi pensamiento se endurecía allá más abajo rozando los pétalos de su orquídea y la hacía sentir el poder infinito de mis deseos, ella develaba su misterio para mí, arrancándome la piel mientras nos mecíamos en lascivas sombras. Para mí, su sexo, placentero y domable como el humo, era el lugar ideal para morir y resucitar.
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*Os advierto: algunas líneas son pedazos tomados de algunos de vuestros textos. Como vosotros desperdicias tantas metáforas en palabrerío de chavales, las recojo en esta cosa para mayorcitos. Si no os gusta, me da lo mismo, igual, no podéis alcanzar mi pescuezo, vale?
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