Nacimiento

... y la naturaleza acogió el acontecimiento con una indulgente sonrisa, legítima y abismal; legítima, como una genuflexión de reconocimiento y respeto a la vida; abismal, como una eterna profundidad colmada de infinitas alegrías sin límites.

Nadie ni nada coarta sus impulsos. Los volcanes se pronuncian jubilosos y sus retumbos avivan festivas danzas con bailarinas de humo, ceniza y lava que imitan el llanto y las lágrimas de la recién nacida.

Se une al acontecimiento el mar y las estrellas, eternos secuaces de estos aconteceres. Con razonable orgullo ellos procuran reflejarse en los ojos de la bebé.

La fauna y la flora, arlequines incansables, buscan en ella afinidades y semejanzas; los vientos y la lluvia musicalizan la jornada y también rastrean algún parentesco.

Y la conciencia del universo, como madre eterna, cobija en sus invisibles brazos todo el regocijo reinante.
Agradable sumisión a la vida que despierta o que regresa, siguiendo el ciclo eterno del volver a nacer.

El todo de todo recuperando un extravío, por eso tanta felicidad del universo.

Bienvenida seas, bienvenida eres.

Y el padre y la madre, lloran y agradecen, henchidos sus pechos.

Se saben que son un enlace del secreto de la creación.