Que esté escondido en tu mirada,
en una mano tendida.
Que se entrevere en una caricia
que lo sientas erizándose en tu piel si se ven venir,
pero nunca lo digas.
Así, en secreto, sobrevive.

En secreto pasa a través de las barreras del tren que están bajas,
de la pared de un bunker anti-nuclear o de los monitores.
pero nunca lo nombres.

Lo he sentido correr como un instante feliz en un saludo pasajero de vereda a vereda
o de oasis a oasis
o en la intimidad breve de tener sexo desesperado y mudo
o en las lágrimas que humedecieron sus ojos oscuros que me han mirado,
reales y desnudos, mientras los abracé y adoré.

Pero nunca lo expreses.

Decir es despertar el rompimiento del hechizo:
miedo fracaso ausencia silencio guerra,
sobre todo la muerte de los adjetivos bellos.

Lo nombra sólo el hijo de puta que seguro es el que mientras te coge y te usa te revienta el corazón.
o lo nombra la que no tiene más destino que pasar a ser esa pobre puta fácil lapidada por todos.

Dejá que se haga acto
pero nunca lo escribas.

Dejá que sea la enzima que te una a las personas.
Que se pase de lengua a lengua en un beso oportuno.
pe-ro-no-lo-di-gas.

Todo está permitido
excepto escribir esa estúpida cadena de letras.

Nunca lo deletrees o lo uses incluso en un anagrama,
porque sólo funciona ensecretándose en lo que hacemos.
Parece la palabra más obscena en la Tierra
la que asociás al dolor que te causaron.
Su magia es el árbol de la verdad, no se te ocurra morder la manzana.