Cerré los ojos en una noche
sin murciélagos ni luna,
aplaste la almohada con la cara
clave las uñas desgarrando la cama
y me deje llevar por el mas
turbulento de los sueños
caminaba por un jardín
de rosas sin almas
bañadas por una insípida
y penosa luz gris,
llegue a una fuente que ramas reflejaba
pálidas y resquebrajadas como esqueletos,
brazos que rogaban clemencia al cielo,
finos y largos dedos estirados al vacio,
el vacio de los ojos ciegos de un Dios viejo
deambule y no encontré rostro alguno,
y las pocas aves que cantaban en silencio
volaban a mi lado mirándome sin ver,
ignorándome así todo este paisaje muerto,
busque cueva o madriguera para ocultar este cuerpo,
que pesado y cansado me llevaba
directo a ningún lugar
llore lagrimas de acido bajo la lluvia,
las raíces de los arboles
me anudaban el corazón,
grite con todas mis fuerzas
no obstante, ya sin voz,
no obtuve sonido alguno,
no resonaban ni existía
el ruido en este mundo
tan solo colores neutros
de un espacio sin alegría y sin dolor
todo resplandecía, hermoso y sin expresión,
como si un ladrón hubiese drenado
todo el espíritu de la naturaleza
hacia otra dimensión,
y el dolor que padecía,
y la agonía que me daba
ver esta fotografía congelada,
esta imagen estancada,
me dejo suspendido como el viento,
un viento oscilando
entre la vida y la nada
y tanto fue el terror
de este bocado de desolación,
que agitada mi respiración,
abrí los ojos extasiados,
me bebí todo el aire de un sorbo,
y asustado y transpirado
lamí mis labios escarchados,
y ya ahora reposando
con la sangre a sobresaltos
temí una nueva pesadilla
e inclinándome sobre el respaldo
no pegue ojo alguno
por el resto de la noche.
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