27/03/2016
A GRANDES MALES….
Mi suegra es, lo que vulgarmente se dice, muy buena mujer, con todos, menos conmigo. A mí me odia. Mi marido es un bendito, lo quiero con todo mi corazón. Ella es una zorra, ¡¡he aquí la paradoja!!, no me queda más remedio, debo sufrirla en silencio, he intentado de todo: pasar de sus comentarios, hacerle frente, gritar , envenenar, acuchillar.. ¡todo!, no puedo con ella, el caso es que por otra parte, con los niños se desvive. Su odio solo va dirigido a mí. Cuando me ve, me explora de arriba abajo y suelta un “ no sé.. no sé…” ¿qué?, le digo yo mosqueada esperando algún borderío de su parte, y contesta: no sé, .. esos zapatos, un trapito les iría bien..” o, por ejemplo: que pelos.. el viento, claro… ¡huyyy pero si no hace viento!
Como es viuda está todo el tiempo metida en mi casa, no puedo más, así que he decidido pasar a la acción, pero tiene que ser algo ingenioso y efectivo, incluso científico, lo normal para ella no sirve. Se me ocurrió la idea el otro día en la despedida de soltera de Nati. Pensaba que lo que le falta a mi suegra es alegría y pasión, así que he contratado a un cubano meloso. Contacté con él a través de Nati, ella es una gran admiradora del Caribe.
Una vez explicado, el macho entendió enseguida mis pretensiones diciendo: “mi amol, déjalo en mis manos”, y giró sus caderas y expuso una sonrisa digna de Robert Reford, pero en color, porque era mulato. Acordamos el pago, la mitad al inicio y al resultado el resto.
Los siguientes días yo miraba a mi mamá política inquisitoriamente, pero nada, la muy zorra disimulaba. Al poco tiempo algo comencé a notar, ponía morritos carmesí, iba más a la peluquería , se maquillaba, coloreaba mejillas y le brillaban los ojos … ¡joder con el cubano!.
Comenzó a venir menos por casa, cuando lo hacía era para decir “que día tan maravilloso hace” y ¡cantar¡, cantaba como un pajarito y reía continuamente. En mí no reparaba, y hasta mi marido me dijo: ¿Qué le pasa a mi madre?,
- que sé yo… conmigo no habla.
Dejó de venir por casa, solo llamaba amable preguntando por los niños y repetía de continuo que la vida era maravillosa, y, ciertamente que lo era.
Un día recibí un wasap de Nati: el cubano quiere hablar contigo. Me dije.. la felicidad tenía una precio… pidiera lo que pidiera lo pagaría, aunque pensé: demasiado bonito para durar. Cuando llegue a la cafetería y me dijo: “Sra. Tengo que devolverle lo pagado…
-ya estamos lo ha aborrecido, pensé,
pero soltó:
-¿Sabe? Estoy locamente enamorado de Nati, le devuelvo el dinero y… sellemos un pacto de discreción.
Los domingos vienen a comer a casa, mi suegra es feliz y pasa de mí. El cubano de vez en cuando me guiña un ojo.
CONCLUSIÓN:
Si su suegra no la deja vivir en paz, ¡PONGA UN CUBANO EN SU VIDA!
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