Cuando la luna todavía se miraba
en el temblor del agua de un charco
y los callejones dormían
sobre un suelo maltratado,
Sólo salía de su casa,
a primeras horas del día
con manos firmes abría
la vieja puerta chirriante,
y su esposa, ojos cerrados,
delante de la rendija de luz,
soñaba con un faro encendido
en la orilla de la cama,
apenas miraba su partida.
El ruido de sus pasos
era eco verde del viento
que las hojas recogía
que llenaba el silencio,
barría los pensamientos.
Siempre el mismo camino, Sólo,
con el pasar de los años
en rostros ennegrecidos
con surcos que cuentan historias
-insólitas y reales-
hasta que pasen diez años,
en túneles escavados
de las minas de carbón,
donde las sombras se ocultan
detrás de medias verdades.
Con el retorno más lento
por debajo de una ventana
de hojas verdes abiertas,
caía un instante eterno
un soplo de aliento en su rostro,
que huele a fruta de otoño,
a través de la cortina
Sólo vislumbró la silueta
de una mujer madura y libre,
a la orilla de un sueño,
que un día será su amante.
Leila A.Schiele |