Ríndete al placer, me grito una y otra vez. Hedonismo, carpe diem, ríndete.
Deposito besos en su piel, pero cada beso es una mentira. Entretejo engaños con mis labios en los suyos. Besos que no son para ella, que nunca lo fueron.
Ríndete al hedonismo.
No siento pasión. No siento amor. Ni ternura ni complicidad. Sigo mintiéndole, con los ojos cerrados para contener las lágrimas.
No te resistas más.
Lo siento, siento el vacío que representa. Una aterradora e informe negrura. Estoy a los pies de este abismo sin fondo ni nombre, pues hasta los nombres se traga. Me tienta a lanzarme al fondo de esa anestesia de las emociones.
Haz caso a tu instinto.
Los labios se encuentran, y pelean como tantos otros en la historia. Pero los míos no tienen afán de ganar, sólo de terminar el combate.
No pienses, actúa.
Sus manos me acarician, llenando de brea mi cuerpo. Llenando de nada mi alma. Le correspondo, mientras mi mente busca regalos ya hechos nunca entregados a sus legítimas dueñas.
Hazlo.
Y comienza la mayor mentira de todas, y hundo mi rostro en su hombro, mientras mi lengua baña su piel, para que no pueda ver cómo se disuelve mi máscara.
Has hecho bien.
Me siento sucio. Me siento ruin. He mentido más que en toda mi vida.
Estoy orgulloso de ti, hedonista.
|