Aun ahora que ya han pasado varias horas
siento como aletea con fuerza ese grito de película de horror
que viendo como se alejaba su nombre sobre el carro funebre
se engendró en mi interior.
Me apacigua por momentos ese último recuerdo de sus manos
blancas, suaves, que me abrazaron y consintieron
con esa generosidad extrema que siempre la desbordó
y que ante nuestra dolorosa despedida, recibí como pedazo de pan
que se lleva a la boca aquel que lleva días sin comer.
Pasajes de nuestra historia, que repaso en mi mente
me enseñan con saña el significado de efímero. Aplastante.
Algún día serán recuerdos livianos y alegres. No ahora.
No con esta rabia que tengo de no hallarla, no escucharla, no verla.
Haré mi mejor esfuerzo para que mi berrido de impotencia
siga atrapado, mientras me subo en ese avión, que me llevará al mar.
Tal vez se anime a pasar una noche y halarme las patas.
Aunque le dije que no lo hiciera.
Aunque ella prometió no hacerlo.
Tal vez.
Texto agregado el 26-04-2016, y leído por 105
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