Últimamente se ha vuelto muy difícil para mí escribir. Será porque he dejado de escribir tonterías. Entonces ya no queda nada. Si no escribo tonterías, no escribo nada. Eso es lo malo. Siempre he querido ser escritor. Siempre he creído tener la razón. Siempre he creído que diré algo importante. Pero tal vez nada es importante. He querido escribir una novela fantástica, por ejemplo, para ya no tener que volver a decir lo mismo de siempre. Lo mismo de siempre es decir por qué sufro. Sufro por esto o por lo otro. Sufro porque siento que no merezco nada. Pero los sufrimientos son relativos. Se van mutando simplemente. Uno por el otro, igual que el espacio siempre está lleno de algo o de nada, que es algo. Quiero salirme de la realidad cuando escribo, porque la realidad es insoportable. No la puedo contar. Tiene tantas menudencias. Tantos detalles que te van menguando día con día. Tantos detalles que te van haciendo perder la fe y la esperanza y lo que quieras. Tenemos fe en las drogas. Mamá siempre dice: tómate las pastillas con fe. Y claro, es un buen consejo. El detalle es que uno de mis principios es no tomar pastillas. Claro que las he tomado, y de colores, pero sé que no son agradables a dios. También he querido ser músico y poeta, pero no tengo nada de eso. Nunca en mi vida he hecho un ritmo o una rima. Y si llego a hacer una, suena extraña en mi lengua. Porque soy más raro que una tortuga de carreras. Las hay, tortugas de carreras. Yo tengo una. Todos saben que el internet se ha vuelto una necesidad para el humano. Ayer dijo una muchacha de ella misma que era una sin espíritu. Yo por eso no tengo novia. Me da miedo que las mujeres me miren con ojos salvajes y me muestren toda mi debilidad. Me ponen en evidencia. Para poder llegar a poseer a una mujer en cuerpo y alma es necesario perder el control de uno mismo. Pero no me gusta hablar como si supiera. En realidad sólo soy un humano. Soy uno más del montón de humanos que caminan como hormigas por la calle. No descubriré nada ni haré ningún invento. No conozco el nombre vulgar de ningún árbol, y sólo recuerdo el nombre de los tigres y los elefantes. El resto de los animales son para mí sólo animales. Los pájaros son todos pájaros y los que nadan son todos peces.
En realidad soy chofer de uber. Todos saben lo que es uber. No voy a perder tiempo en explicar algo tan complejo, algo que nadie sabría explicar qué es, pero que todos conocen y usan. Eso es uber, en pocas palabras. La gente se sube de repente a mi auto y me dicen que los lleve a toda clase de lugares. No estoy orgulloso de trabajar en eso, ni me entusiasma, así como tampoco me enorgullecería trabajar en otra cosa, así fuera la cosa más digna de este mundo, porque eso no va cambiar el hecho de que todos nos vamos a morir de alguna u otra forma. Claro, que si mi espíritu fuera tan vanidoso como para alegrarse por algún triunfo cualquiera yo sería más feliz, en apariencia. Y si mi mente fuera lo suficientemente brillante para crear toda clase de maravillas, aun así no tendría motivo para sentirme orgulloso de mí, puesto que no depende de mí ser quien soy. Creo que no hay una razón de ser. Uno viene a este mundo sin saber a qué. El tiempo pasa y pasa y todo cambia. El sentido de eso no está a nuestro alcance. Decimos toda clase de cosas respecto a esto. Hablamos de mantener el ánimo arriba. Hablamos de motivación. De ser felices, en medio de toda esta miseria. Llega un momento en que dejas de sentir ganas de vivir. Sabes que hubo un tiempo en que te satisfacía cualquier cosa. Tenías esperanza de hacer esto, de presenciar tal o cual evento, ya fuera de la naturaleza o del diablo, los juguetes, las drogas. Te brillaban los ojos sólo de pensar en el éxtasis. Lo obtuviste y se fue para siempre y no volvió. Sólo vino a decirte: recuérdame para siempre en tu pesar.