Hojitas secas de mi árbol dormido en mi patio escondido
caen sobre el pasto amarillo con su sonido tristón,
son tan hermosas del color del oro, fuego y estío ya ido.
Del color más intenso de otoño bravío,
la brisa que respira las acomoda por las alcantarillas
ellas se balancean como palomas entre las nubes.
El pan caliente espera mientras yo espió
aquellas lejanías, donde llegan aquellos arboles desnudos, y
escondidos se aquietan en la espera del fin de sus soledades.
Así pasan las horas junto a mis girasoles tibios y quietos,
buscando entre las hierbas las alas rotas de mariposas.
Al regresar a la mesa voy desgranando mis ecuaciones
y descubro confiada que él te caliente, y la miel con tostadas
son más frecuentes cuando otoño renace desde estío…

Alessandrini María del Rosario