¿Quién podría amar a un elefante adolescente?, pues yo les contaré una historia para esta ocasión pertinente.

Una vez hace mucho tiempo conocí a un trompudo gigante que se había fugado del circo para quedarse a jugar con las ramas de un árbol de nogal, el bribón metía su trompa entre las uniones de las ramas para comer, golosamente, las sabrosas nueces que habían brotado a la sombra de ese faustoso verano.

Echado panza arriba, el elefante adolescente se había entretenido contemplando a una linda gatita que le refunfuñaba desde la copa de un árbol; la desvergüenza del elefante llegó a tal extremo que comenzó a hostigar a la felina con su trompa, la pobre gata saltaba de una rama a otra, era tan inexperta que casi se cae encima de la enorme barriga del trompudo grisáceo.

-Miau miau, si seguís molestando te arañaré de un zarpazo la trompa a VOS- amenazó la gatita enfadada.

- Brrrrr, jugaré con vosotros porque me gustáis su lomito moreno, y los elefantes tenemos prohibido llorar, ¿has imaginado la catástrofe que sería?- el elefante la desafió y le acicalaba con su trompa el lomo moreno de la gatita, ésta ronroneaba gustosa.


Entre pum pum y Fu fu, la pequeña gata y el grandullón grisáceo se hicieron amigos, aunque a decir verdad, la gata era bastante desconfiada y el elefante, que era muy distraído, siempre andaba cauteloso ante el amenazante rasguño que ostentaban las pequeñas garritas de la pequeña morena.

A pesar de sus idas y vueltas, la pequeña morena veía el mundo desde las alturas, ¡y claro! el lomo caliente y arrugado del trompudo era un excelente lecho para sus siestas estivales, un abrazador abrigo para las noches de otoño, un lato pétalo marchito para la brisa de la primavera...

Juntos se apropiaron de los frondosos y solitarios follajes de la Sabana, ¡tremendo viaje les llevó dos años y medio!

¿Queréis saber cómo fue la historia de la pequeña morena?

Pues bien, os contaré tal aventura; resulta que la gata había sido expulsada de la selva tropical, hacía ya, tres veranos y dos pétalos de margarita, por andar inventando travesuras con los gorriones. Su tía lejana, la brillosa pantera azabache la expulsó de su guarida por ¡rebelde!, y tuvo que despedirse con mucha tristeza de sus amigos gorriones, y coquetear saltarina con las mariposas que hacían un alboroto en su honor.

Trepó de árbol en árbol hasta que ya no hubo más corteza que trepar; el cielo era inmenso, incierto y terriblemente profundo, le recordaba a la salvaje mandíbula de su tío, el León III, y al contemplar la libertad que respiraba sintió hambre y miedo, hacía días que migraba de guarida en guarida,;y maulló risueña y con picardía, al recordar el aullido de una hiena que en su travesía solitaria había querido devorarla de un mordisco, y la pequeña morena se le trepó, y hundió sus uñas sobre el hocico de ésta mientras que el desgarbado animal se revolcaba junto a la morena en el lodo caliente. Ja ja, ¡qué alboroto de barro y pelajes ceñidos!

Miau, miau, pobre gatita, ¡cuántas desventuras en tu vida felina!

Ella estaba dispuesta a arreglárselas solita, era el cuarto de tamaño de una leona bajo la sombra de un baobab, ¡hasta que apareció el grandullón!

Y esta historia aquí no terminó, ¿queréis saber cómo culminó? pues os diré que presten mucha atención...

...

¿Sabéis si lloran los elefantes?

¡No!, Nunca se vio un elefante llorar.
Son tipos duros, de piel curtida, criados en libertad...

Murió mamá elefanta y ni una lágrima, llevaba años enferma y "casi" se alegró, pues ya no sufriría más. Estaba preparado y era inevitable.

Murió papá. el gran elefante blanco y nada, (su cabeza se le fue y viajó al cementerio de elefantes) lo tenia asimilado. Venas de tungsteno, corazón de acero.

Sin embargo, cuenta la leyenda que un día mientras corría por la sabana, encontró una gatita herida, maullando, temblando a los pies de un baobab (árbol de corteza ignífuga, prácticamente, el único que sobrevive en la sabana) en vez de taparla se desnudó con ella.

Así charlaron un ratito, aunque al principio, la gatita encrespó el lomo, sacó sus retráctiles uñas, enseñó colmillos e hizo su característico fuuu..fuuu...amenazante.

-Pero no te asustes, que sólo quiero ayudarte- le dijo.

Fue por agua en su trompa, pues pensaba que estaba sedienta y se la lanzó. Menudo salto dio la gata, no había caído en que a los gatos no les gusta el agua, ni mijita..

La gata trepó por su trompa, se le agarró al cuello con uñas y le arañó el CORAZÓN.

Está bien, para que luego digan que los elefantes son inteligentes, de gran ayuda, de cuero duro, con buena memoria....¡Si, la de un boquerón!.

Esta vez si que lloró, por 3 veces, por las otras dos que no pudo llorar, por las lágrimas retenidas y porque se le arañó el corazón. Para lo primero estaba preparado, para eso, para esto, ¡No!.

Así que de vez en cuando, se ve un elefante correr por la sabana con bufanda (tú has imaginado un globo con forma de corazón).
Pero ¡no!, no es una bufanda, es la gatita que se le agarró al cuello y huyen corriendo por la sabana, las malas lenguas dicen que es por las sábanas (con tilde, ja, ja) de dos tipos coreanos que andan de safari; un tal "yin" de sur y un tal "yang" del norte o puede que sea pionyang pues es regordete y con muy mala leche.


¡Y colorín colorete, se acabó este cuento,
que barrita y maulla al son de las flores silvestres!


Cuento infantil Hispano-argentino


NOTA: gracias por las sugerencias, no hacen más que enriquecer el cuento.