Pasea el caminante, por las aceras del parque.
En su rostro, las raíces del tiempo, melancolías pasadas.
Hiedras de dolor, han rodeando sus ojos.
Espalda encorvada como filo de guadaña.
Parejas en los bancos se besan apasionadamente.
Algo estalla en su interior, lo expulsa como lava y le esculpe una sonrisa.
Le trae recuerdos lejanos de un tiempo incierto y antiguo.
Amalgama de sensaciones amasadas como barro.
Las hojas del otoño caen lentamente.
Dibujan cascadas rojas marrones, verdes y amarillas delante de sus viejos ojos.
El fuego de la tarde se filtra por el encaje de las ramas, dormidas en los troncos.
Los niños juegan alborotando a su alrededor,
De su cartera ajada, extrae la foto de una mujer y dos niños.
La mira, la acaricia y la besa.
De sus ojos brota una lágrima, que cae sobre la hojarasca, como gota de rocío.
Gira su muñeca y mira el reloj, ladrón de nostalgias y de recuerdos.
Encamina sus pasos, lentamente, arrastrando sus pies.
Es hora de volver a la residencia.
Sonríe a las parejas que se besan en el parque y a los niños que alborotan.
Mañana volverá, y pasado y al otro…