Narcoanálisis

Entre euforia y preocupación se desarrolló la reunión del Cartel de Sarandunga, un importante grupo de narcotraficantes de la costa oeste de Santa Cruz, mientras esperaban ansiosos las conclusiones de sus nuevos “emprendimientos”.

Lo de traficantes era un mote que les quedaba de más, ya que con el auge de las pastillas y drogas sintéticas les habían resuelto de problema del traslado de la mercancía.

Contaban con una farmacia de barrio, su responsable, un afamado boticario de la zona y un químico que se dedicaba a la fabricación de detergentes y jabones para lavar la ropa.

-Estimados amigos, con el compañero Raúl hemos desarrollado un producto de excelencia, de muy bajo costo y con efectos sorprendentes.

Era un potente alucinógeno de efectos inmediatos y duraderos. Una sola unidad y se podía viajar en el mundo de las fantasías, volar, descubrir universos de colores y formas nunca imaginadas.

La fuente de dudas que invadía al grupo eran los efectos secundarios de la droga. Sabido y comprobado estaban los efectos placenteros, y era en esta reunión donde completarían los efectos nocivos en el organismo.

Luego de muchas cavilaciones y discusiones en la que no faltaron golpes y puñetazos, los criminales decidieron abortar el experimento y continuar con la comercialización de las drogas convencionales.

La definición tajante vino de la voz del jefe de la organización, el Chapo Gutiérrez, que lanzó su lapidaria sentencia.

-Quien va a querer una droga barata, y sin efectos secundarios de ninguna índole.

De nada vale los fantásticos resultados hipnóticos y placenteros del producto, si podían estar al alcance de cualquiera y además sin la adrenalina que produce el estar al borde de la muerte.

Intervino tardíamente el profesional interviniente sugiriendo agregar alguna sustancia nociva para el cuerpo humano, pero ya no quedaba nadie que lo escuchara.

OTREBLA