Esta mañana
tumbada boca arriba
en la cama,
fantaseando sin querer
como en cada alba,
he recordado
el instante preciso
de nuestro primer beso.
Apagué la luz
y, acto seguido,
hablé diciendo:
"ahora tengo un problema..."
Sé que respondiste algo
pero no lo acierto
y, sin embargo,
recuerdo mi nariz
bailando con la tuya
y aquella frase
que nos abrió
la puerta a ambas.
No sé por qué dije aquello
me salió del alma
quizá pensaste
que tenia la estrategia
ya pensada, tan estudiada...
Pero no la necesitaba
ya estabas
donde quería
y no era en mi cama
sino frente a mis ojos
a una caricia de distancia.
Pero eso,
puede que tú no lo sepas.
Desde entonces
te he vuelto a besar
infinidad de veces
-no a ti, sino a la boca
de aquel beso nuestro-,
te he abrazado al dormir,
he usado tu pecho de almohada,
he desayunado
las letras de tu nombre
-y he quedado con hambre-,
me he dormido
acunada por tu voz
en formato susurro
y he vuelto a bucear
quedando sin aliento
en el mar de tus piernas...
sin que estuvieras.
Todo eso,
aunque tú no lo sepas.
También volví a ver
nacer la primavera
en el jardín
que aprendo a cuidar
cada día,
aunque siempre
crezca alguna
mala hierba.
Ha llovido durante días
en los cristales
de mi casa,
se inundaron
las calles de mi barrio
convirtiéndolo
en Venecia
(o en aquel capítulo
de Los Simpsons
que aquel día
me recordaras).
Recogí el agua de lluvia
para regar el huerto
con ella
en el caso
-y así ha sido-
de que no volvieras.
Y, aunque tú no lo sepas,
he despertado
esperando
que estuvieras a mi derecha
mirando(me) mientras amanezco,
aguardando para besarme
el sueño en los ojos
y tumbarnos juntas
en la hierba
escuchando
de lejos tu voz
haciendo preguntas
que no quiero responder
sinceramente.
También
me he enfadado contigo
por no regresar
a buscar lo que olvidaste
-a mi-,
por quedarte
con la parte fácil
de imaginar-me
de suponer-me,
de olvidar-me
cuando hubiera sido
más sencillo
-y fructífero-
que preguntaras
para saber (de mi).
Y, aunque prometí,
que el anterior sería
el último verso
que llevaría tu nombre,
vuelves y, contigo,
traes de regreso
las ganas y esa chispa
que prende
este farolillo
que llevo en el pecho
y necesita de calor
para iluminar
ese lugar vacío
donde antes latía
un corazón.
Pero aún sigo
enganchada
a esta resaca
que me deja
tu droga.
Y me gustaría entenderte
mas para eso
necesitaría tu ayuda
y que te quedes
para observarte de cerca
e intentar resolverte
estudiando formas
calculando miradas
midiendo suspiros
trazando mapas
de mi pecho al tuyo
y viceversa.
Desde que te vi llegar
sabía que iba(s) a doler
y, aunque sé que no estás preparada
para abrirme las puertas
de tu casa,
ya estoy cansada
de hablar contigo
a través de este portero
y continuar
tiritando de frío en la calle.
Ya no hay canción de autor
que describa
cómo me siento
-tal debería
volver a escuchar
a Marea o al Robe
y golpear alegre
las baterías del aire-
que no hay canción de autor
que describa
cómo me siento
al tener que decirle adiós
a quienes nunca seremos
y pedirte que no vuelvas
-por favor-
si no es para quedarte
que tantas idas y venidas
ya fatigan
y qué extraño viniendo
de alguien
que nace
y resucita
en el oleaje de la mar.
Has sido un disparo
directo al pecho
pero, por suerte,
tengo mala puntería
tres centímetros más
a la izquierda
y no lo contaría.
Pediré a mis amigas
que olviden tu nombre
que no pregunten por ti
que ahora
es sinónimo de ayer
de tristeza y pena
que ahora
he de admitir
ser solo una sombra
de una caricia en tu vida
camino ya
de ser olvido.
Y, aunque quiera,
el paso del tiempo
-y hasta tú misma-
me vais diciendo
a cada instante
que
ahora
ya... no.
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