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PLANIFICACIÓN

La anécdota que voy a relatar me la contó mi suegra, y a ella se la había contado la tía María, que era una de esas tías que existen en todas las familias, sabedora de todo lo que en la familia acontecía. Enfermera de profesión, estaba presente en todos los hogares porque siempre le pedían un consejo, que les aplicara una inyección, les midiera la fiebre o la presión, o que los medicara para tal o cual dolencia…

Ella conocía como nadie a Amelia, su cuñada, tanto como a otros miembros de la familia.

Amelia tenía una personalidad especial. Era obsesivamente ordenada y no dejaba pasar detalle que pudiera significar desorden o mal gusto en todo lo que hacía. Bastaba que alguien caminara por el piso de su casa para que Amelia saliera a repasarlo con el lampazo. Si alguien hacía uso del baño, detrás iba ella a desinfectarlo.

Se levantaba a horas muy tempranas y comenzaba a limpiar sobre lo limpio y a ordenar todos los estantes y los cajones de los roperos. Jamás una pelusita debajo de las camas ni una media que se hubiera quedado sin par, ningún dobladillo descosido. Las camisas pulcramente planchadas del derecho y del revés y con todos los botones en su lugar. Los zapatos pulcros y bien lustrados. Y así todo.

Pero lo que más la preocupaba a Amelia, además de estos detalles, era la indumentaria que debían usar ella y su familia en distintas oportunidades. Todos debían vestirse acorde a la circunstancia que les tocaba vivir, y no podían salirse de los modelos que imponía la moda de la época.
Contínuamente se peinaba y se retocaba el maquillaje y tenía trajes y vestidos para todas las ocasiones. En su dormitorio reservaba, sin estrenar, un camisón y ropa interior de la mejor calidad por si debía venir a visitarla el médico, ante una eventual enfermedad.

Con el tiempo Amelia comenzó a planificar su propio velatorio. - Es mejor dejar las cosas listas para ahorrar apuros de último momento –decía.

Había comprado un ajuar especial para cuando llegara ese momento y en él invirtió gran parte de sus ahorros. También reservaba las pinturas con las que quería que le retocasen el maquillaje, cosa bastante inusual en esa época, en caso de que la muerte la sorprendiera sin maquillar y peinar.

–No se olviden de mi ajuar –les recordó Amelia a sus deudos la víspera del día de su muerte.

En la sala velatoria, ubicada en el primer piso de la casa mortuoria donde la velaron, Amelia lucía como una reina. La paz que reflejaba su rostro inmóvil estaba realzada por el sutil maquillaje de buena calidad con el que la habían hermoseado para cumplir su última voluntad. Las uñas, pulcramente pintadas, iban a tono con la riquísima mortaja que la envolvía.
Amelia tenía cara de satisfecha, y el velorio transcurrió con la normalidad de estos casos: llanto, plegarias , expresiones de dolor…

Cuando llegó el momento de llevar los restos de Amelia hacia su destino final, se dispuso transportar el ataúd cerrado por un ascensor, para enviarlo a la Planta Baja, donde la esperaban sus deudos y amigos, al pie de la escalera.
Varias personas ayudaban a introducir el cajón en el ascensor. El lugar era bastante reducido, y cuando estaba por pasar la parte delantera del ataúd, una de las personas, con el codo, accionó accidentalmente el botón destinado a cerrar la puerta. Al instante la puerta se cerró estrepitosamente golpeando un extremo del ataúd, que se desarmó en mil pedazos.

-El cadáver de Amelia –comentaba la tía María - salió expulsado violentamente, rodando por las escaleras, ante la expresión horrorizada de todos los presentes. Debajo de la mortaja, que voló por el aire, se pudo ver que la muerta estaba envuelta solamente con papeles de diario que, con el sacudón, volaron también, dejando su rígida desnudez al descubierto.

Texto agregado el 17-04-2016, y leído por 367 visitantes. (20 votos)


Lectores Opinan
18-04-2016 ¿Quién se quedó con el ajuar? Me gusta tu historia, Clorinda. godiva
18-04-2016 Concuerdo con Sagitarion y Carlos caro. Me produce curiosidad conocer el pariente que se vengó de tal forma de la pobre y obsesiva mujer. Un abrazo, sheisan
18-04-2016 Conmovedor relato, formidable prosa que atrapa desde el primer párrafo. Saludos. Rubalva
18-04-2016 Un texto duro e irónico, muy bien llevado, que se lee con fluidez. Gran trabajo Clara 5*. BarImperio
18-04-2016 Es estupendo. Me encanta la pasión obsesiva de Amelia y su insana previsión que, narras con humor. Éste se torna morboso con la muerte y, la desnudez de la difunta nos hablan de un pariente vengativo. Felicitaciones, un beso Carlos. Carloscaro
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